Una mirada romántica desde el Generalife

Nos encontramos en el Mirador Romántico, el nuevo espacio que la Alhambra abre de manera excepcional durante el mes de marzo. El trayecto es una explosión de sensaciones, de colores. La primavera se siente, se palpa, se respira en el Generalife. También se escucha, sí. Me relaja percibir el sonido del agua, agua que fluye procedente de la Acequia Real, agua que encontramos a lo largo de los canales que parecen custodiar cada uno de los tramos de la Escalera del agua. Como cielo, una bóveda de laureles que nos conduce hasta la parte más alta del Generalife. Parece que el mundo se para a mis pies. La mirada domina el paisaje. Llegamos al Mirador Romántico, ordenado construir en 1836 por Jaime Traverso, administrador de la Finca del Generalife propiedad de los Marqueses de Campotejar desde 1823. De estilo neogótico, muy a tono con la época, y verdadero contrapunto con el resto de esta ciudad palatina. Me cuentan que este edificio posiblemente se construyera sobre un oratorio musulmán, algo que es difícil de corroborar sin los datos de excavaciones arqueológicas, pero sin duda este hecho cubre de misterio y magia el espacio. La arquitectura y la disposición del mirador contrasta con la arquitectura Nazarí más cercana del Generalife, y más aún si comparamos este Mirador Romántico con el de Lindaraja, en el Palacio de los Leones. Pero realmente no contrasta con el entorno, ya que está rodeado por románticos jardines que nada tienen que ver con las huertas nazaríes.