Resumen:
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La presencia de España en las exposiciones universales suponía su
participación en la dinámica del llamado "nacionalismo arquitectónico" según
el cual cada país debía aparecer representado por un pabellón construido
dentro del estilo que le era más característico. De este modo, a partir de
1867 y hasta 1929, el estado español acudió a dos lenguajes básicos: el
neoplateresco y el neoárabe con su vertiente neomudéjar. Para la exposición
universal de Bruselas de 1910 la representación hispana había de tener un
fuerte componente nacionalista mediante la elección de la Alhambra y el arte
nazarí como imagen representativa, siguiendo las pautas de lo que hemos dado
en llamar "regionalismo neoárabe". |