Patio de la Acequia del Generalife, ocho siglos en un jardín
El conocido Patio de la Acequia del Generalife toma su nombre de la acequia de la Alhambra o del Sultán, que atraviesa por el centro sus 49 metros de largo por 13 metros de ancho. Esta estructura, que nos recuerda al jardín de estilo persa abbasí, fue restituida a partir de la excavación de Jesús Bermúdez Pareja en 1959.
En este pabellón se encuentra el Salón Regio, porticado, en el cual, en su parte superior, las ventanas tienen el alféizar muy bajo para poder divisar el panorama sentado en el suelo como era costumbre en la cultura andalusí. El estrecho corredor que lo antecede se incorporó en época cristiana como se deduce por los emblemas de los Reyes Católicos en el intradós de los arcos, los cuales se abrieron en el muro transformando lo que fue oasis interior en un jardín mirador. Esta galería nos brinda una magnífica conjunción de vistas del paisaje abierto a los jardines anexos al palacio y los espacios hortelanos de la almunia.
La fisonomía del patio, el arte de jardinería y estructuras han ido cambiando de forma notable con el paso de los siglos, aunque desde su origen en el siglo XIII siempre se ha mantenido como jardín lo que le otorga una excepcional valía. A principios de siglo XIX, existía el cenador con plantas central y en 1830 una bóveda vegetal cubría el recorrido de la acequia según descripción del barón Charles Davillier: “laureles, rosas y tejos tupidos se curvan para formar una arcada de verdor”. En la segunda mitad del siglo XIX, según fotos de José García Ayola, existían arcadas de cipreses con un remate central a lo largo del patio y encañados para plantas. Todos estos elementos vegetales habían desaparecido a principios del siglo XX.
Los surtidores de agua que cruzan la acequia parecen recibirnos festivamente. El sistema hidráulico medieval contaba con unos caños laterales para regar los parterres mediante inundación.
Con la última restauración del palacio y del mismo jardín, concluida en 2003, se ha recuperado una imagen del patio ajardinado congruentes con los gustos y estilos del jardín hispanoislámico, donde el lecho de los parterres se halla cubierto con un tapiz de planta de flor en el que dominan las especies mediterráneas buena parte de ellas aromáticas y medicinales como la flor de la miel, la violeta, la aguileña, el marisalar, el orégano, la mejorana, la ajedrea y el carraspique. Diversos cultivares de rosas antiguas damascenas y gálicas puntualizan más esbeltamente los cuadros de flor a los que también contribuyen lirios, milenramas, espliego, toronjil, milamores, ajo morisco y alhelí; y plantas ornamentales como laurel, hiedra, jazmines, así como árboles frutales, granados y naranjos.
Entre todas ellas destaca el arrayán, la planta de mayor raigambre en los jardines nazaríes, que se presenta alineado en setos a lo largo de la acequia reforzando el papel singular que el agua ostenta en el jardín. Cuatro ejemplares singulares de granado remarcan el crucero central con la belleza tanto de su tronco como de sus flores y frutos. Una gran buganvilla, pese a su anacrónica en coherencia con el origen medieval de este jardín, se ha mantenido adosada al lienzo del muro nordeste por su singular tamaño y colorido trepando hasta el llamado Jardín del Pilón.