El maristán. Edificio y función hospitalaria en época nazarí
Mahoma dijo: “sólo hay dos ciencias, la teología para la salud del alma y la medicina para la salud del cuerpo”. “Buscad el conocimiento dónde sea, pues quien deja su hogar en busca del conocimiento, camina en el sendero de Dios”. Esto lanzó a los musulmanes hacia el exterior, buscando en la medicina grecoromana y bizantina y en todos sus textos, saberes y respuestas. Es, en este momento, de traducción al árabe y de estudio de los grandes médicos clásicos, cuando nace el hospital islámico.
El maristán procede del vocablo persa bimaristan, significa casa o lugar de enfermos. Según el viajero valenciano Ibn Yubair, siglo XII, los bimaristanes constituyen uno de los más grandes títulos de gloria del Islam. Se puede añadir que aunque pertenecen al pasado, aún podemos aprender algo de ellos, así Carles G. Bárcena, arabista, nos dice que el ejemplo de los bimaristanes; sus sistemas terapeúticos no agresivos; el trato humano dispensado a los enfermos; la normalidad con la que era asumida la enfermedad mental; así como la belleza formal de los edificios constituyen valores a reivindicar hoy en día. En el mundo musulmán de los siglos IX, X y XI descubrimos valores esenciales como la belleza, la armonía, la serenidad, la proporción y el equilibrio. Estos valores son sanadores, porque actúan sobre el ánimo de los internos y contribuyen a ganar su salud y bienestar. “Una dieta equilibrada, una melodía armónica y bien rimada, el rumor del agua de las fuentes, la palabra melodiosa de poetas y narradores de historias, así como el arte de la palabra de los propios médicos, atentos y respetuosos con los enfermos, transmiten paz y sosiego”, (C.G.Bárcena).
El maristán de Granada, fundado por Muhammad V, 1365-1367, es un fiel heredero, de todo este pensamiento y actuación. Situado en el bajo Albaicín, absorbe el aire que baja de la sierra tras planear por huertas y árboles frutales. Este aire, circulaba por entre los pilares, se arremolinaba en el patio, se colaba por las habitaciones comunicadas entre sí y subía por sus zapatas y alfarjes impregnándolo todo de olor y vida y el agua de la alberca, inundaba con un sonido callado, las almas de los inquilinos de tan magnífico edificio. En la lápida fundacional se nos dice: “ Con esta obra el sultán agrega un bordado de gloria al excelente manto de la guerra santa y busca la faz de Dios”.