Maqueta de la qubba central del Salón de Comares
La pieza del mes que ofrece el Museo de la Alhambra es un significativo ejemplo de las producciones alhambrescas que los talleres locales, a ejemplo del fundado por el restaurador Adornista de la Alhambra, Rafael Contreras Muñoz (1824-1890), ofrecían a los visitantes de la ciudad de Granada y de la Alhambra, que ávidos de reproducir las sensaciones vividas en los palacios acudían a estos recuerdos materiales dentro de la incipiente corriente turística que a partir de la gran Exposición Universal de Londres sacude al mundo entero.
Taller de Diego Fernández de Castro
Será el taller de Diego Fernández de Castro el más antiguo en Granada tras el del propio Contreras. Natural de Almería, nació en 1847 y se forma en Granada, en la escuela de la Academia de Nobles Artes junto a importantes escultores de ornamentación árabe de Granada, como Valeriano Medina Contreras, discípulo y familiar de Rafael Contreras, Ángel Pérez, hijo del tallista de la Alhambra Tomás Pérez o el formador de arabescos del taller de la Alhambra con Rafael Contreras, José de Mora.
Funda su taller en 1874, activo como tienda hasta 1930, donde se presenta como “Escultor de Ornamentación árabe de la Real Cámara de S.M. de España y del Palacio Imperial de Alemania”. Su tienda en la Cuesta Gomérez ofertaba antigüedades, muebles y objetos. Cubría así las necesidades de los turistas, y se aseguraba clientes locales a través de la oferta de decoraciones de interiores. Participó en varias exposiciones universales. En 1910 gana una medalla en Bruselas.
La maqueta que presentamos muestra la qubba central del Salón de Comares, con grandes dependencias estilísticas del modelo de Contreras que conserva el V&A Museum. Aunque ya muy alejada en lo formal, hecho que las diferencia conceptualmente. Este modelo recalca la importancia de esta qubba, presente en su tratamiento decorativo, y epigráfico, lo que junto a su doble vano, la diferencian del resto de la sala.
Al analizarla, apreciamos un mayor acercamiento al original que los modelos de Contreras, aunque aquí también encontramos disonancias como la franja de arquillos con mocárabes entre el zócalo de alicatado y la inscripción cúfica, el basamento corrido donde se asientan tres columnas en vez de la correspondiente al parteluz del original, o la deficiente resolución del alicatado de las jambas. Se remata con amplia cornisa de mocárabes. Esto altera las proporciones de la pieza que torna el carácter de modelo arqueológico para convertirse en pieza alhambresca, objeto de deseo turístico y por tanto objeto comercial, fin último de este tipo de producción.
Controvertido es el uso del color en estas piezas, por su falta en los palacios. Contreras aplica una gama de oros, azules rojos y negros, que las convierte en lujosos objetos, marcando la pauta. Las maquetas de Fernández de Castro, siguen su estela, evidenciando la evolución a un mercado más general, de gustos menos refinados; los oros se reducen, predominan azules y rojos, junto al color de los alicatados, que ya no se dibujan.
Este tipo de piezas de gran fuerza visual marcará la evolución al turismo de masas, nueva elite social que va a cambiar la concepción de Granada como destino de viajeros lejos ya de los románticos, que ahora se convierten en visitantes ávidos de recuerdos materiales, proporcionados por los talleres de Fernández de Castro, Rus Acosta o Abelardo Linares.
Autor del artículo: Francisco Serrano Espinosa
BIBLIOGRAFÍA.
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GONZÁLEZ PÉREZ Asunción: Las maquetas de la Alhambra en el siglo XIX: Una fuente de difusión y de información acerca del conjunto Nazarí. Universidad Autónoma de Madrid. 2017.
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SERRANO ESPINOSA, Francisco: Arquitectura y Restauración Arquitectónica en la Granada del siglo XIX, UGR 2012.