Leones del Maristán
Historia de los leones
Desde 1367, fecha en la que bajo el segundo reinado de Muhammad V serían esculpidos, hasta 1843, año en que fue parcialmente derribado el antiguo edificio del Maristán, los surtidores en forma de leones estuvieron colocados, afrontados, en iguales posiciones y actitudes, en los centros de los lados mayores de la alberca del patio.
Tras la demolición del edificio, por mediación de don Nicolás Peñalver la lápida fundacional de la portada y los dos leones de la alberca fueron adquiridos por don Francisco de Acebal y Arratia, forastero en Granada y muy entendido en las bellas artes, quien “ha querido restaurar una casa abandonada y poco conocida, la cual al parecer era un mirab de los muchos que había en el palacio”.
La lápida fundacional del Maristán estuvo decorando una habitación y los leones de la alberca estuvieron situados a la entrada del Carmen de Arratia o de la Mezquita, nombres derivados del propietario. El Carmen de la Mezquita estaba constituido por un oratorio musulmán correspondiente al reinado de Yusuf I y una casa de las primeras décadas del siglo XIV, más conocida como la Casa de Astasio Bracamonte, por haber sido habitada en 1550 por el escudero del conde de Tendilla.
En 1846 Giménez Serrano, en el Manual del artista y del viajero en Granada, indica el lugar donde el señor Arratia ubicó los leones: “En un jardinito, cuya casa pertenece al Sr. Arratia, y que en lo antiguo fué un oratorio ó Mirab”. Mencionando la procedencia de los dos leones colosales que estuvieron en un estanque de la Casa de la Moneda, los describe con gran exactitud, relacionándolos con otros leones de la Alhambra: “Estan sentados sobre el cuarto trasero con la boca abierta y mal figurados los dientes en la piedra, tienen melenas cortas de mechones iguales y los pelos son rayas paralelas, la cola parece un arbusto mas bien, y no están observadas las proporciones ni atendida la anatomía tan conocida de estos feroces animales. Desde el cráneo á la boca tienen 6 pies y 3 pulgadas, y 4 con una el pedestal. Son árabes indudablemente, superiores á los de la fuente del patio de los leones, y peor egecutados y diseñados que los del relieve ya descrito en el frente del pilar de la torre de la Vela”.
El Carmen de la Mezquita con los leones procedentes del Maristán seguirían siendo propiedad de la familia Acebal hasta finales de siglo XIX. Con posterioridad don Francisco del Acebal y Arratia por memoria testamentaria de 7 de mayo de 1855, y tras la renuncia de sus hermanas doña Sandalia y doña Paula, el Carmen de la Mezquita y los leones conservados en su jardín serían cedidos a su otra hermana doña Ramona del Acebal y Arratia. Más adelante por testamento de 28 de enero de 1880 de doña Ramona y su marido y efectuadas las operaciones particionales la finca fue adjudicada a doña María Sandalia Muñoz del Acebal en parte del pago de como heredera de sus difuntos padres.
Años después, en 1897, el Estado compró a su propietaria, doña María Sandalia Muñoz del Acebal, el Carmen de la Mezquita, que abarcaba el Oratorio del Partal y la Casa de Astasio de Bracamonte, incluidos la lápida fundacional y los leones del Maristán, por 6. 000 pesetas. En la copia de la escritura de venta de un carmen otorgada por doña María Sandalia Muñoz del Acebal y su marido don Enrique Gutiérrez de Salamanca y Ruffo de Ganbert a favor del Estado representado por el director general de Instrucción Pública, formalizada en Madrid a 30 de junio de 1897, consta que era dueña de una casa y huerto cercado de tapias con frutales formando un todo o finca conocida con el nombre de Carmen de la Mezquita situado dentro del circuito de la fortaleza de la Alhambra en la ciudad de Granada. Dentro de la finca, y formando parte de ella, se señala que existen una torre llamada del Mirab o Koran, unos leones de piedra y una lápida con inscripciones.
Tras recuperar el Estado la propiedad, en 1908 las esculturas de los leones fueron trasladadas desde el jardín del antiguo Carmen de la Mezquita hasta el borde sur de la alberca de la Torre de las Damas, rehabilitada el año anterior por el arquitecto Modesto Cendoya. En este lugar los leones quedaron instalados decorando el borde la alberca, pero sin verter agua por las bocas, como se ve en las fotografías de la época. El 18 mayo de 1924 el arquitecto Leopoldo Torres Balbás dispuso instalarles unas tuberías en el interior de los cuerpos y colocarles unos caños de bronce en las bocas, dotándolos de agua, con lo cual comenzaron a echar agua a la gran alberca del Partal. El 13 de octubre de 1994 los leones dejaron de arrojar agua por sus bocas y fueron desmontados para su restauración, instalándose a continuación en el Museo de la Alhambra, donde hoy se exponen.
Descripción de los leones
Con funciones de surtidores las esculturas de bulto redondo, labradas y pulidas en sendos bloques de piedra caliza nodulosa, representan a unos grandes leones sentados en unas lisas bases rectangulares esculpidas en los mismos bloques, de 1,30 x 0,56 x 0,13 m, habiéndose perdido la parte posterior de una de ellas, dejando vista la entrada de la tubería del surtidor entre las patas traseras. De esta forma las tuberías, entrando a través de las pequeñas aperturas de las bases, ascendían, atravesando las piezas escultóricas hasta desembocar en medio de las dentaduras de las bocas, desde donde vertían las aguas a chorro a la alberca, realizándose en el siglo XX a través de unos surtidores de bronce.
Los dos leones, representados en posición frontal, hieráticos, están en reposo, descansando sus cuartos traseros sobre las patas dobladas, mientras mantienen estiradas las patas delanteras, elevando los pechos y las cabezas en continuo estado de alerta, defensa y protección como custodios del lugar en el que originalmente se encontraban, en medio de los costados de la alberca del Maristán, actitudes asimiladas al poder del monarca. Se trata del león, que vigila y guarda en la guerra y la paz, relacionado con el poder real, simbolizando al soberano que crea todo orden e integra la fuerza, la defensa/ataque y la victoria, abarcando con su presencia todo el espacio donde se encuentra.
Es de destacar que las representaciones más antiguas del arte islámico tienen como precedentes los leones sedentes como guardianes de los recintos, tanto en la civilización asiria como en el califato omeya. Imágenes de leones sedentes, réplica a escala de los leones nazaríes del Maristán, aparecen en un pequeño marfil del siglo XII conservado en el Museo de Victoria y Alberto de Londres. Asimismo, imágenes del león sedente aparece plasmados en otros materiales, tal y como se ve en el aguamanil tallado en cristal de roca del califa al-Aziz (975-996), conservado en Tesoro de San Marcos de Venecia. Igualmente, del período islámico se encuentra el león selyuquí, en posición sedente, del siglo XIII de Aslan, en Anatolia, Turquía, conservado en el Museo Hattusa. En el arte hispanomusulmán la posición de los leones del Maristán se asemeja a la que presenta el surtidor con forma de león vidriado en verde oscuro, muy utilizado en el siglo XII, expuesto en el Museo Arqueológico de Sevilla.
Las melenas, extendidas desde lo alto de las redondeadas cabezas hasta la mitad de los lomos, cubriendo los pectorales hasta el inicio de las patas delanteras, se hallan constituidas por la superposición de hileras de rizados mechones de marcados pelos con las puntas vueltas hacia dentro que, dejando vistos unos profundo huecos, se contraponen en las partes posteriores de las cabezas y cuellos, componiendo unos pequeños y ahuecados rombos en uno de ellos mientras que quedan enfrentados por delante, en donde confluyen, conformando cuatro gotas superpuestas en eje con las lenguas de ambos animales.
El resto del cuerpo de los leones aparece liso interrumpido por una larga cola que, atravesando las patas traseras, aparece sobre el muslo, plegándose sobre el lomo hacia el costado derecho en el león más alto y hacia el izquierdo en el león bajo, hasta alcanzar las melenas, quedando dispuestos los penachos de pelos en los inicios de los cuellos. La parte posterior de las patas delanteras denotan hacia los bordes exteriores unas bandas de guedejas ligeramente rizadas. Las patas apoyan en cuatro dedos con las falanges bien señaladas, acabando las últimas falanges en garras curvadas provistas de uñas.
Los rostros, al igual que las partes altas de las cabezas están en gran parte perdidos, apreciándose las huellas de las orejas, así como las oquedades de los ojos que, cayendo hacia ambos lados, podrían haber sido almendrados, dirigiendo y entrecruzando unas continuas y sagaces miradas en sus entornos más inmediatos. Esta forma almendrada de los ojos se observa en una pieza de bulto redondo vidriada en verde del siglo XII, utilizada como surtidor de una fuente ornamental, hallada en el solar de la Diputación de Córdoba.
Los restantes rasgos faciales, con mandíbula superior e inferior, aparecen bien marcados por unos prominentes hocicos, resaltados mediante dos curvilíneos pliegues de la piel que se superponen entre los lóbulos que constituyen las narices con unos orificios, bordeando las amplias bocas de voluminosos labios que, desafiantes, muestran la doble fila de dientes apretados entre los que destacan los dos colmillos que sobresalen entre los surtidores metálicos desde donde caen las lenguas acanaladas hacia abajo, forma que se puede ver en un león de las pinturas de las casitas del Partal, datadas en 1340. Los rasgos faciales son muy parecidos a los que presenta el león de un jarro del siglo VII a C, procedente de Tartessos, actualmente conservado en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid. Igualmente, sin mostrar las fauces abiertas, los rasgos faciales de los leones recuerdan los del surtidor en forma de león en soporte cerámico del siglo XII del Museo Arqueológico de Sevilla.
En la Alhambra existieron otros leones anteriores a los leones del Maristán y a los de la fuente de los Leones. Del perídodo de Ismaʻil I (1314-1325), siguiendo textos epigráficos hubo leones surtidores que respectivamente vertían agua caliente y fría en la pileta de la sala caliente del Baño, evocando el valor del soberano y su magnanimidad. De época posterior, son las dos esculturas de leones del Maristán, aunque de mayores dimensiones y en distintas posiciones, muy parecidas a las de los leones que sostienen la fuente del Patio de los Leones de la Alhambra, revelando que, con unos años de diferencia, fueron labradas bajo el reinado de Muhammad V. Este sultán dispuso utilizar esculturas de leones como surtidores para ornamentar algunas de sus construcciones en la segunda mitad del siglo XIV, para enfatizar su poder, legitimado por el linaje originario de los ánsares, linaje que fue usurpado por su hermanastro Ismail y reconquistado tras el exilio en el reino meriní de Marruecos.
Conclusiones
En el arte nazarí, último momento del arte musulmán en occidente, las representaciones tienden a la abstracción de las formas naturalistas. Los leones del Maristán del siglo XIV, muy expresivas en sus rasgos faciales, son consideradas las figuras zoomorfas de mayor tamaño del arte hispanomusulmán. Son piezas escultóricas ejecutadas en un taller en el que los artífices debieron seguir un modelo o boceto propuesto probablemente por el sultán, que les hace similares en los diseños, aunque revelan claras diferencias en cuanto a la calidad de su ejecución vista claramente en la labra de las melenas, cuyo relieve denota la continuidad de una tradición escultórica autóctona dentro del contexto nazarí, y en otros detalles anatómicos.
Autora del artículo: Nieves Jiménez Díaz. Doctora en Historia del Arte. Investigadora.