La vida en la Alhambra
La Alhambra ha sido siempre vivida, desde el inicio de su construcción hasta hoy día que se ha convertido en uno de los monumentos más visitados de España.
La etapa nazarí (1232-1492) es la que dio a luz una ciudad palatina de sorprendente belleza y riqueza de matices, y que nos deja el palacio medieval mejor conservado que ha llegado a nosotros.
La vida militar, se desarrolla principalmente en la Alcazaba. En este espacio de la Alhambra, nos quedan los maravillosos restos del llamado “barrio castrense”, que nos permiten conocer las pequeñas dimensiones y sencillez de las casas, que suponemos parecidas a las de los habitantes que tendrían su hogar en la Medina, donde desempeñaban sus trabajos, fundamentalmente artesanales y casi siempre relacionados con la atención y mantenimiento de los Palacios.
El lujo y el esplendor envuelven la vida en los palacios en la etapa nazarí, coincidiendo en la práctica con los reinados de Yusuf I (1333-1354) y Muhammad V (1354-1359 y 1362-1391) y que se refleja en las pinturas de la Sala de los Reyes, Partal, y con más claridad, incluso en pequeños detalles, en la fiesta del Mawlid (Natividad del Profeta) 1362. El documento del visir Ibn al-Jatib detalla la celebración, desde la distribución de los asistentes, la vajilla utilizada, comportamiento del servicio, comida, vestimenta, etc.
A partir de 1492 con la llegada de los Reyes Católicos, casas y torres, como era de esperar, se reparten por orden jerárquico entre la oligarquía que gobernaba y hombres de confianza.
En el siglo XIX los viajeros románticos ocupan la Alhambra. Estos recrean la entonces ruinosa ciudadela con una intensidad artística y poética, que ponen de moda los palacios por el mundo, quizás una vida idealizada, la mayoría de las veces irreal.
El corazón de los palacios, Leones y Comares parecían intocables, esperando siempre la venida de reyes, algunas de estas visitas servían como oxígeno para un enfermo terminal que lo fue en los siglos XVII y XVIII.
La Alhambra también vivió como lugar de castigo; nobles, militares de alta graduación y altos cargos de la Administración fueron recluidos en algunas de las torres “verdaderas jaulas de oro”, por diversos delitos. Y en periodo de paz, ofreció el más singular y pintoresco escenario para las fiestas y diversiones, desde tabernas a corridas de toros y otras actividades de dudosa moral.
La vida continúa y el Museo de la Alhambra se convierte en visita imprescindible, al contener piezas de extraordinario valor, que fueron testigos directos de la vida en una Alhambra que sigue causando sorpresa, admiración y enamoramiento en quienes la descubren.
Autor del artículo: José González Vílchez.