La Torre de los Picos
La torre de los picos es llamada así, según el cronista granadino Simón de Argote, por los canales salientes que descargan el agua que cae en su terrera. Su nombre se debe a las ménsulas de que dispone en las esquinas superiores para soportar los matacanes y batir desde arriba los intentos de asalto. Fue edificada por el sultán Muhammad II, reformada por Muhammad III y, tal vez, por Yúsuf I; tras la conquista cristiana se le hicieron importantes adaptaciones constructivas y decorativas. En el medievo su misión era proteger la nueva puerta del Arrabal. En tiempos de Muhammad V, la torre fue ampliada, construyéndose entonces las cubiertas de la planta alta, la bóveda de ojiva, los nervios abocelados, los soportes y ventanas geminadas, todo ello en un sorprendente esquema gótico.
Su función es defender la puerta del Arrabal, la más antigua de las puertas del recinto palaciego y de la medina de la Alhambra, que se abre a la cuesta del Rey Chico y conecta el recinto de la Alhambra con el barrio del Albaicín y el antiguo acceso al Generalife. Al poco tiempo de la reconquista, la torre de los Picos y su puerta del Arrabal, conocida desde época cristiana como «puerta falsa» de la Alhambra, fueron protegidas con un moderno baluarte artillero cristiano, donde se abrió la puerta del Hierro. Esta puerta devino con el paso del tiempo como la principal puerta de acceso a la fortaleza para el conde de Tendilla, alcaide de la Alhambra, por su cercanía al palacio residencia, al que estaba directamente unida por una empinada cuesta. Los condes de Tendilla establecieron en las arcadas de las nuevas defensas artilleras unas caballerizas, donde reposar sus monturas. Tras los Tendilla, esas arcadas, perdida ya su importancia defensiva, fueron a menudo usadas como corral, para los ganados propios de los vecinos de la Alhambra.
Es una de las torres de mayor tamaño en planta de todo el recinto. Además de su función militar, debió acoger una importante vivienda como demuestra la ornamentación de su interior. La torre consta pues de dos pisos y una plataforma superior almenada. En su interior destacan las bóvedas. En el piso bajo hay una única habitación con saeteras y una bóveda de crucería. El segundo piso, más alto, tiene su bóveda ricamente ornamentada y cuenta con nervios. Las ventanas de la planta principal, elaboradas en piedra, tienen arcos de herradura apuntada y capiteles de tipo mudéjar.
Al menos desde 1778 tenía su propio alcaide, encargado también del control de la puerta Falsa y de la puerta de Hierro, ambas en desuso, que en esa época se pretendían revitalizar para evitar el contrabando en el interior de la Alhambra. En 1812, las tropas napoleónicas pretendieron volar la torre de los Picos y su baluarte, aunque no lo consiguieron ante la urgente huida de la fortaleza.
En 1905, Mariano Contreras restauró la torre de los Picos, sus pinturas interiores y las murallas adyacentes. En 1912, Modesto Cendoya desescombró la puerta de Hierro y restauró su galería artillera; a continuación, prosiguió desescombrando el camino de ronda desde Picos hasta el Cadí, reconstruyendo su muralla, a la que añadió, a imitación de la torre de los Picos, los famosos merlones, dotando a esa parte de la muralla de una nueva imagen que bien pudo haber sido la original en época medieval.
Entre 1923 y 1924 Torres Balbás intervino en la torre de los Picos, la puerta del Arrabal y la puerta de Hierro. Entre 1960 y 1961, Prieto Moreno pavimentó el adarve de la muralla entre la torre de los Picos y la del Cabo de Carrera, en 1967 el foso, y entre 1973 y 1977 saneó toda la escarpa de esa muralla para presentarla de forma más adecuada a los visitantes que tras la apertura del puente de comunicación entre la Alhambra y el Generalife solían recorrer el llamado paseo de las torres, antes apenas transitado.
FUENTES:
Torres, murallas y dependencias de la Alhambra. Juan Antonio Vilar Sánchez.
Guía Oficial de la Alhambra y el Generalife.