La Torre de la Prisión, mazmorras en la muralla
La Torre de la Prisión se encuentra en la muralla meridional de la Alhambra, entre dos de las más importantes puertas del recinto amurallado: la Puerta de la Justicia y la de los Siete Suelos. Está cubierta por el baluarte denominado “del olivo” o “de la torre de las cabezas”. Este baluarte, construido con posterioridad a la torre, ya en época cristiana, ha provocado que se le considere, erróneamente, como un elemento unitario, y adoptase una denominación común. Su nombre, conservado durante siglos, obedece a su función, tanto en época islámica como cristiana: servir de prisión del tribunal criminal y civil de la ciudad de la Alhambra.
Actualmente la torre se encuentra macizada hasta la azotea, seguramente debido al peligro de derrumbe tras las voladuras napoleónicas de principios del siglo XIX. Fue reparada y consolidada su estructura en la segunda mitad del pasado siglo.
La cárcel, distribuida en el interior en varias plantas, disponía de celdas separadas por género para hombres y mujeres y, dependiendo de la categoría social de los reclusos, establecía diferentes calidades en sus calabozos. Además de pequeñas dependencias para el personal de custodia, hubo al parecer una sala de tortura en la que eran sometidos los presos para sonsacar información o declaraciones de culpabilidad. En cualquier proceso de tortura era imprescindible la presencia del alguacil mayor o jefe de policía de la Alhambra, y a veces se exigía la asistencia de autoridades mayores.
En la prisión no había desahogo ninguno: camas, colchones, ropa, e incluso alimentos, debían ser suministrados por los familiares o amigos de los penados. Quienes eran alimentados por la propia administración de justicia tenían que saldar la deuda que se generaba por dicha manutención, lo cual provocaba, en muchos casos, que se alargase la estancia en prisión.
Los cautivos procedían de lugares diversos y con el paso de los siglos presentaban diferentes circunstancias. Si durante el reinado nazarí era habitual que hubiese presos que habían cometido algún delito ―asesinato, robo, deserción, impago de impuestos―, con la llegada de los cristianos, el número de moriscos tuvo cada vez más presencia en la cárcel. Muchos motivos justificaban su ingreso: si intentaban pasarse a Berbería, si no pagaban los impuestos, si tenían relación con los monfíes, hasta acusaciones peregrinas como la recolección de hierbas silvestres. Pero no debió ser una prisión muy segura, pues a menudo los encarcelados hallaban el apoyo de otros moriscos para evadirse. Hubo incluso náufragos turcos de las cercanas costas mediterráneas que conocieron la prisión de la Alhambra.
A partir del siglo XVI, marqueses, condes, caballeros, clérigos, también conocieron aquí el encierro, aunque se procuraba situarlos en zonas más altas, menos insalubres y pestilentes debido a la mejor ventilación. Con la retirada de las tropas napoleónicas, fueron muchos los encerrados por colaboracionistas con el ejército invasor.
El cumplimiento de la pena, con la consecuente liquidación de las deudas contraídas era la forma más común de abandonar la prisión. Si la capacidad económica del preso lo permitía, se podía sobornar al carcelero, quien también podía chantajear al reo o permitirle salidas breves del presidio para dormir o asearse. Se permitía, en algunos casos, que personas de la misma condición social pudieran encargarse de la vigilancia externa del preso, actuando como sus fiadores o avalistas. En el Archivo de la Alhambra se conservan abundantes descripciones de las desventuras pasadas por los presos en ella, de la arbitrariedad de sus vigilantes y da la insalubridad de sus dependencias.
Las últimas referencias documentales a la Torre de la Prisión datan de mediados del siglo XIX, fecha en que seguramente debió dejar de usarse como tal.
BIBLIOGRAFÍA:
Murallas, Torres y Dependencias de la Alhambra. Vilar Sánchez, Juan Antonio. Editorial Comares, 2016.
La Alhambra y el Generalife. Guía Oficial (2010). Bermúdez López, Jesús