La declaración como monumento nacional: el germen de la Alhambra moderna
La declaración de la Alhambra como monumento nacional en 1870 supuso un momento decisivo para garantizar la conservación y protección de todo el conjunto patrimonial. Fue una especie de reflexión definitiva sobre la importancia de salvaguardar el legado histórico, artístico, arquitectónico y cultural que la presencia árabe había dejado en Granada.
El propio proceso de traspaso de propiedad desde la Corona, a la que había pertenecido la Alhambra desde 1492, al Estado fue tan excepcional como lo era el propio bien a conservar. Porque la Alhambra cumplía dos condiciones inéditas que obligaron a las instituciones a un complicado rompecabezas burocrático y legislativo.
La primera era que abarcaba un extenso patrimonio que sobrepasaba el mero palacio nazarí e integraba fincas agrícolas, jardines y otros inmuebles históricos. Por otra parte, era una propiedad laica -la primera con esa procedencia en ser declarada monumento en España que pertenecía directamente a la Corona.
Estas peculiaridades, unidas al nuevo escenario político surgido tras la revolución de 1868, hizo que la Alhambra fuera un espejo en el que se miraron después otros bienes patrimoniales españoles y que sirvió de valioso precedente a la hora de establecer el tipo de gestión estatal.
Una nueva andadura
La nueva andadura de la Alhambra como monumento nacional garantizó un futuro más sólido y seguro, pues obligaba al Estado a ejercer la titularidad del bien y destinar fondos propios para la conservación y mantenimiento del conjunto patrimonial, lo que fue el germen del emblema cultural y turístico en el que se convirtió posteriormente la Alhambra.
Consecuencia de esa declaración de monumento, y el consiguiente compromiso del Estado, fueron las importantes intervenciones llevadas a cabo a lo largo del siglo XX, impulsadas, entre otros, por Leopoldo Torres Balbás, considerado el padre de la Alhambra moderna.
Una Alhambra en la que otros monumentos españoles volvieron a mirarse de nuevo, esta vez para admirar – e imitar- la gestión realizada en materia de conservación y restauración. La estrategia de conservación preventiva llevada a cabo desde el siglo XX hasta la actualidad está basada en el respeto a la autenticidad y en compatibilizar su mantenimiento con el uso cultural y turístico del Conjunto Monumental.
Patrimonio Mundial
Este modelo de conservación “preventiva, integrada y sostenible” ha convertido a la Alhambra en una referencia internacional de la preservación compatibilizada con el disfrute cultural del monumento. Una gestión que tuvo su recompensa con la inclusión oficial de la Alhambra y el Generalife en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO en el año 1984, declaración que se amplió diez años después al barrio granadino del Albaicín.
La conmemoración del 150 aniversario de la declaración de la Alhambra como monumento nacional no es un recordatorio de un título honorífico, sino la celebración de un momento histórico en el que se tomó conciencia de la necesidad de preservar este rico legado que Granada dejaba al mundo.
Para saber más sobre la declaración de la Alhambra como Monumento Nacional puede consultar el siguiente artículo publicado en el número 49 de la revista Cuadernos de la Alhambra: La Alhambra, Monumento Nacional (1869-1876) de Javier Piñar Samos,
Bibliografía:
Piñar Samos, Javier. ‘De Alcázar Real a Monumento Nacional. La definición del Monumento Alhambra: cuatro largos años de incertidumbre (1868 – 1872)’. Catálogo de la exposición ‘Monumento y Modernidad 1868—1936.