La Alhambra más allá de la Alhambra
Desde el momento en que los Cuentos de la Alhambra inmortalizaron un mundo perdido y recuperado, la afición por el orientalismo derivó en una estética artística que fue denominada ‘neoárabe’ y en la cual la Alhambra sirvió como modelo e inspiración. Esta reacción al clasicismo arquitectónico, entre otras tendencias interesadas por estéticas de diversa procedencia ―de raigambre europea, mesopotámicas o precolombinas― alumbraron estilos eclécticos y nuevos diseños. El neoárabe fue fruto de la fascinación por la Alhambra de Granada, la Giralda de Sevilla, la Mezquita de Córdoba y otros hitos orientales españoles, al que contribuyó el fuerte influjo que produjo cuando en 1854 se realizó en Sydenham una segunda versión del Crystal Palace, y Owen Jones construyó en su interior una réplica del Patio de los Leones y otros ambientes alhambreños. Hasta su destrucción por el fuego en 1936, el Alhambra Court de Sydenham fue la fuente de conocimiento del palacio nazarí para millones de personas.
En 2017, una exposición impulsada por el Patronato de la Alhambra y el Generalife, titulada “Alhambras: arquitectura neoárabe en Latinoamérica”, mostraba el fruto de las investigaciones de un equipo coordinado por los profesores de la Universidad de Granada, Rafael López Guzmán y Rodrigo Gutiérrez Viñuales, que hacía un recorrido, a través de fotografías, libros, postales y una impresionante maqueta, por el rico patrimonio arquitectónico, inspirado en la fortaleza nazarí, creado en el continente americano entre la segunda mitad del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX.
Viajes, arquitecturas
Arquitecturas residenciales, institucionales y de ocio, construcciones que tuvieron su origen en colectivos de emigrados peninsulares, plazas de toros, las denominadas “casas de España”, o elementos singulares copiados directamente de la Alhambra, abundan por la geografía americana. Aunque con elementos compartidos con la estética orientalista desarrollada en el norte de Europa, en el caso americano, al auge del «alhambrismo» contribuye un buen número de arquitectos que se forman y viajan por Europa. No puede ser obviado el ascendente del orientalismo pictórico, transmitido a través de grabados, ilustraciones en revistas, tarjetas postales y obras de pintores como Genaro Pérez de Villaamil y Mariano Fortuny. A estas vías de penetración, se unen burgueses, eruditos, que tras intensos viajes formativos por Europa conocen las construcciones neoárabes inglesas y francesas, así como los originales andalusíes en su obligado viaje por España, Andalucía y Granada.
De estos viajes, en ocasiones, regresaban con objetos para incluir en las arquitecturas, como cerámicas o yeserías, lo que permitiría la presencia de elementos originales. Este patrimonio americano está relacionado con el hecho de que suelen ser emigrados ―españoles, sirios, libaneses―quienes buscan recuerdos de su tierra cuando encargan a arquitectos, que han viajado por Europa, la construcción de sus viviendas.
La construcción pública y religiosa
Alhambra Court de Owen Jones, extendió la proliferación, por ejemplo, de los pabellones moriscos en las Exposiciones Universales. Uno de los pioneros en suelo americano fue el presentado por Brasil para la Exposición de Filadelfia (1876), aunque mucho más significativo fue el conocido como Kiosko de Santa María de la Ribera, pabellón con el que México se presentó en la Exposición Mundial de la Industria y Algodón de Nueva Orleans (1884). No conviene confundir estos valores arquitectónicos con la proliferación de construcciones y espacios de ocio, desde hoteles a restaurantes, que no responden en absoluto a ninguna intención estética relacionada con la cultura orientalista o histórica más allá de un abuso del término y la decoración.
A veces el orientalismo se aplicó en zonas interiores; en otras ocasiones, el estilo pasaba a ocupar los exteriores de los edificios, donde vanos y elementos decorativos emularon formas moriscas. De los primeros destacan el Salón morisco, del Palacio Nacional de México, el del Palacio Catete de Río de Janeiro, o el denominado jardín moro, ubicado en el edificio de la Asamblea Legislativa de Costa Rica. De los segundos, el edificio del Tribunal Superior de Justicia Militar de Lima, el Mercado Municipal de Campinas (Brasil) u otros espacios de representatividad pública como el Congreso del Estado de Puebla (México), ubicado en uno de los edificios neoárabes más emblemáticos de la ciudad o el Palacio de las Garzas, sede del Poder Ejecutivo de la República de Panamá.
La arquitectura religiosa también se rindió al influjo arabista. En este sentido destaca la Capilla de San José, dentro de la Catedral de León (México), donde, como si fuese una qubba, el neoárabe invade toda el ornato del espacio interior. Igual de sorprendente es la iglesia de Nuestra Señora del Rosario del Trono, en la ciudad de San Luis (Argentina), construida por iniciativa de los dominicos. Finalmente destacan varios ejemplos donde el orientalismo se percibe, básicamente, en el interior, como la Basílica del Inmaculado Corazón de María, en Río de Janeiro y las colombianas Basílica de Nuestra Señora de las Mercedes, en Nátaga e Iglesia de San Juan Bautista en Pasto.
La vivienda privada
Pero el neoárabe o estilo morisco obtuvo notorio arraigo en tierras americanas especialmente en exóticas viviendas privadas. Estos edificios de fantasía sirvieron a particulares como un medio de distinción social, fundamentalmente en zonas residenciales construidas en las décadas de 1920 y 1930. Las clases altas y los nuevos burgueses americanos no dudaron en adoptar estas ensoñaciones arquitectónicas para dar una imagen externa de excéntrico bienestar.
El primer edificio de estilo morisco construido en Latinoamérica data de 1862 y es la llamada «Alhambra», en Santiago de Chile, una residencia privada que hoy alberga la Sociedad Nacional de Bellas Artes. Resulta curioso ver este tipo de construcciones en países donde las tradiciones árabes son aún menos relevantes, como ocurre en Bolivia. Impacta allí el Palacio de la Glorieta, en Sucre, que supone una irrupción de la quimera orientalista en el corazón andino. También a veces la huella se limitaba al interior: es el caso del Palacio Portales, en Cochabamba, en el que se integra una sala de billar de estilo morisco.
Más al sur, despunta el patio de la residencia Arana en la ciudad de La Plata, que originalmente contaba con una réplica de la fuente de los Leones de la Alhambra construida entre 1889 y 1891. En Montevideo destacan la Quinta de Tomás Eastman -también llamada Quinta de las Rosas- y algunas residencias privadas en el centro de la ciudad. Si bien en casi todos los países del continente existen notables residencias privadas neoárabes, es en la región caribeña donde los ejemplos son más abundantes. En Puerto Rico destaca la residencia de Enrique Calimano en Guayama, que incorpora también una réplica de la fuente de los Leones de la Alhambra, idéntica a la que años después se construiría en la Casa de España, en San Juan.
El ejemplo más impresionante de arquitectura morisca en el Caribe se localiza en Punta Gorda, Cienfuegos (Cuba). Se trata del palacio que mandó a construir entre 1913 y 1917 el asturiano Acisclo del Valle y Blanco. Destaca este edificio por su notable eclecticismo, el cual se manifiesta ya en la propia proveniencia de los materiales europeos y americanos.
Neoárabe de barrio y rural
Si bien las residencias moriscas son patrimonio mayoritario de ámbitos urbanos, ya sea de manera aislada o integradas en barrios, también deben mencionarse ejemplos en zonas rurales como haciendas privadas, alejadas de dichos centros, como la Quinta de Agustín Mazza -ya desaparecida- en Argentina, o el casco de la hacienda del Mesón de los Sauces, a pocos kilómetros del poblado de Los Altos, Jalisco, construida en 1881. También es en el Caribe donde encontramos notables conjuntos, como la urbanización Lutgardita en la localidad cubana de Rancho Boyeros. En Puerto Rico, destacan las viviendas, construidas en hormigón armado, del barrio Bayola, en Santurce. En Santo Domingo, el barrio de Gazcue. En Cartagena de Indias (Colombia) las casas moriscas del Barrio de Manga. Otros sectores muy localizados muestran similares características como los barrios de San Francisco en Puebla, Amón en San José de Costa Rica, Los Haticos en Maracaibo , El Ejido en Quito , Barranco en Lima , Sopocachi en La Paz, Manguinhos en Río de Janeiro, en Medellín y Montevideo.
Referencias bibliográficas:
Del Catálogo Exposición Temporal “Alhambras. Arquitectura Neoárabe en Latinoamérica”. Patronato de la Alhambra y Generalife. Consejería de Cultura. Junta de Andalucía, 2017.
“Alhambras. Arquitectura Neoárabe en Latinoamérica”. Rafael López Guzmán y Rodrigo Gutiérrez Viñuales.
“El prestigio de lo exótico. Orientalismo en la arquitectura institucional”. Yolanda Guasch Marí.
“Habitar la fantasía. Arquitectura residencial”. Rodrigo Gutiérrez Viñuales y Rafael López Guzmán.
Carlos / 3 years ago
Me ha parecido un artículo muy interesante, es fascinante poder visitar estos lugares donde la Alhambra ha servido de inspiración.