La Alcazaba de la Alhambra. Una fortaleza en evolución, I
Todas las construcciones de carácter defensivo se han levantado tras la necesidad de preservar un lugar estratégico o un grupo humano frente a un enemigo, de esta forma esa construcción se convierte en una defensa pasiva frente a conflictos bélicos. Las constantes guerras que han acompañado y acompañan a la humanidad han dado lugar a una abundante práctica constructiva muy desarrollada desde la antigüedad. Todas estas construcciones permanecerán casi inalteradas basándose sobre todo en el grosor y la altura de los muros hasta que el uso de la pólvora y la artillería modifiquen las necesidades defensivas.
De todos los espacios constructivos que podemos encontrar en la Alhambra, posiblemente todos aquellos que están relacionados con la defensa (murallas, torres, adarves, puertas en recodo…) sean los más abundantes y los más ignorados, pese a que se trate de una de las mejores alcazabas que se conservan en España.
La Alcazaba de la Alhambra ha sufrido a lo largo de la historia una continua evolución, especialmente desde el s. XI hasta el XVI. Desde una pequeña fortaleza en el cerro de la Sabika hasta convertirse en el gran bastión defensivo que fue en época nazarí, siendo en el verdadero corazón militar del reino.
La primera referencia escrita que podemos encontrar sobre la Alcazaba nos llega a través de Ibn Hayyan (historiador del s XI 987-1076) en su libro al-Muqtabis donde cita la Alhambra como al-Qal‘a al-Ḥamrā’ (El castillo rojo) y que describe las luchas que surgieron durante la formación del estado cordobés en el s. IX .
A partir de ese momento podemos encontrar diversas crónicas históricas en las que se menciona la Alcazaba de la Alhambra con diferentes términos: al-Qal‘a, Hins y al-Qaṣaba al-Ḥamrā.
Pero es a partir del s. XI cuando aumenta las referencias escritas en las que la Alcazaba será protagonista de conflictos, unas veces con carácter local y otras derivadas de la propia historia de al-Andalus, como la fitna que puso fin al Califato cordobés y la consiguiente instalación de los ziríes en Granada o su posterior caída a manos del emir almorávide Yusuf Ibn Tasufín.
También la Alcazaba será testigo de la feroz resistencia contra los almohades por parte de las tropas de Ibn Mardanis (el Rey Lobo de las crónicas cristianas) que se había proclamado emir independiente de la zona del levante peninsular. Tras instalarse en el recinto militar de la Alcazaba fue derrotado por las tropas enviadas por el califa almohade ?Abd al-Muimin, renunciando definitivamente a su idea de anexionarse Granada.
Hay que destacar los distintos espacios de la primigenia Alcazaba: su trazado inicial, la entrada original al recinto militar y que en la actualidad se encuentra fuera de la visita turística, la coracha y la Puerta de los Tableros (Bab al-Difaf) en el río Darro como lugar de suministro de agua para la Alcazaba, el nexo entre la Alcazaba y Torres Bermejas (Hins Mawrur) y por último la relación entre el espacio militar alhambreño y el sistema defensivo de la ciudad.
Autor del artículo: Valentín Aparicio Ríos.