Gastón Morata: “Soy un médico al que le gusta contar historias de su tierra”

WhatsApp es la única red social que tiene el escritor granadino José Luis Gastón Morata. La utiliza con palabras justas y trato formal. Programamos el encuentro para esta entrevista a través de esa aplicación. Cuando nos encontramos en una cafetería del centro de Granada, es el escritor quien lanza la primera pregunta: «¿nos tuteamos?». Yo, por mi parte, aprovecho el momento para despejar la gran duda que tengo: ¿Y cómo te llamo? ¿Gastón Morata? «No, dime José Luis».

José Luis Gastón Morata es el primer granadino de su familia. Su madre era de Almería y su padre de Vitoria. Nació el 2 de enero de 1955, por lo que aprovecha para bromear sobre esta fecha tan importante para la ciudad. «El 2 de enero, que es el Día de la Toma (de Granada) es festivo porque nací yo. Y tengo un nieto ¡mira por dónde! que nació en Madrid pero el Día del Corpus Christi. El primer San Fernando que ha celebrado por onomástica –se llama Fernando- fue el Día del Corpus de este año (2024). Es que los granadinos, como los de Bilbao, nacemos donde nos da la gana»

José Luis es médico jubilado, aficionado a la historia, enamorado de Granada, canguro de su nieto Fernando de 15 meses y escritor de novelas históricas como El perfume de Bergamota, Quimeras de Plomo, El estupro del rey, Bajo el mismo cielo y diferente estrella y La muladí, esta última es la obra seleccionada para el Club de lectura la Alhambra de octubre y que contará con la presencia del autor en la Sala de conferencia del Palacio Carlos V.

De todos tus libros ¿cuál te ha costado más escribir y cuál ha sido el más noble contigo?
«No lo sé. ¿Qué dedo de la mano te arrancarías tú? Yo creo que todos son importantes. El perfume de Bergamota es el más conocido. Lo escribí hace 18 años y sigue vendiéndose. Es un long seller y una novela fundamental de Granada que nos ha dado tanto a mi mujer (Isabel) como a mí mucha vida, porque he recorrido clubs de lectura en todas las bibliotecas públicas de Granada y Provincia. Creo que La muladí es mi obra maestra –si alguna se puede considerar como maestra, que no lo sé- porque me volqué mucho en ella. Hay otra que me encanta, que es la última, Los crímenes del callejón de las monjas, porque es una historia de principios del Siglo XVIII que quería escribir desde hace 10 o 12 años. Si yo vuelvo a releer el final se me saltan las lágrimas ¡y mira que sé lo que pone! Quizás la que menos me gustó, porque me pilló en una mala época fue Quimeras de plomo. La primera parte me gustó, pero luego me enfermé y la segunda parte se me puso pesada y no supe cómo modificarla a tiempo. Pero yo creo que de todas las novelas, El estupro del rey es una historia encantadora porque es un homenaje a los ciegos.

En tus novelas le das mucha importancia a la vida cotidiana, al ciudadano de a pie.
¡Totalmente, es que eso es lo que me gusta! El que yo te cuente a ti una historia sobre Enrique IV o Isabel de Castilla, para eso coges una biografía y lees sobre ellos, pero si te cuento algún detalle sobre cómo responde Isabel de Castilla a una circunstancia que se le presenta narrada desde la visión que tiene alguno de mis personajes, yo creo que llama más la atención del público.
Y esa visión, José Luis, de ir al ciudadano común, al que tiene un papel secundario ¿es un rasgo de tu personalidad -me refiero a la empatía- o es algo que te dio la medicina?
Quizás. Yo creo que eso va conmigo. Soy una persona muy liberal en el sentido más amplio de la palabra -no un liberal políticamente-. Yo creo en la libertad. A mi no me tiene que molestar nada, salvo la mala educación. Si tu adoras a tu Dios a mi qué me tiene que importar. Si tu te quieres hacer 20 tatuajes te los puedes hacer, yo no me voy hacer ninguno, no me gustan, pero a mi no me importa que tú los lleves. Entonces creo que empáticamente mi profesión me lo ha dado a lo largo de la vida. Yo he atendido multitudes de pacientes y el médico siempre se empapa del paciente, porque no es que sufra con él pero sí comparte el sufrimiento. Muchas veces tienes que dar una respuesta a ese paciente. No siempre tienes la posibilidad de curarlo, pero como dice un dicho “sino puedes curar procura aliviar y sino consolar”. Yo consuelo lo que puedo e intento unirme a él.

¿Estás escribiendo algo ahora mismo?
Empecé hace tiempo, pero mis actividades de canguro no me han dejado. Es novela histórica, está basada en la época del cuarto centenario del Descubrimiento de América.

¿Y te da tiempo de leer? ¿Estas leyendo algún libro?
Terminé de leer El problema final de Arturo Pérez-Reverte. A mi me gusta leer mucho. Mi suegro decía que lo mejor que tiene la televisión es el botón de apagarla. Yo digo que lo mejor que tiene la televisión es el botón de no encenderla, porque si la has apagado es porque la has encendido.

¿Qué es más difícil: ser medico, escritor o canguro?
Pues no lo sé… (risas) Yo creo que ser canguro, porque ser médico se puede aprender y ser escritor puedes fracasar y no publicar nada, pero ser canguro… Si algo he aprendido de un nieto de 15 meses -y menos mal que tengo a mi mujer- es que no sabes, porque no es lo mismo ser padre que ser abuelo.

¿Qué tiene Granada que la hace tan especial?
Tiene una historia impresionante, una luz maravillosa, un verdor que tenía y una nieve que ya apenas la vemos. Y tiene una cosa que siempre digo: los mejores son los granadinos de adopción, los que no habiendo nacido aquí han venido. Si te pones a pensar, el mejor músico que ha habido en Granada es Manuel de Falla, que era gaditano; el mejor santo es San juan de Dios que era portugués; Leopoldo Torres Baldás, arquitecto madrileño que es el que restaura la Alhambra. No lo sé, gente que viene y se enamora de la ciudad.

Y si te digo la Alhambra ¿qué es lo primero que se te viene a la mente?
Me trae recuerdos de la infancia. Los domingos por la tarde era gratuito, entonces quedábamos los del colegio, tendríamos 12 o 13 años, para subir a recorrerla. Es más, a veces hasta llevábamos sedal y anzuelo para pescar los peces de colores de la alberca de la Torre de las Damas, porque la de Comares estaba un poco más vigilada.