El Patio del Ciprés de la Sultana
Al Patio del Ciprés de La Sultana, en el Generalife se llega a través de unas escaleras desde el Patio de la Acequia y, a su vez, de él salen unas escaleras hacia los “Jardines Altos del Generalife”, diseñados en el XIX al gusto y moda de la época.
Se trata de un bello patio, de 25m de largo por 15m de ancho, confinado entre paredes y un cuerpo de escaleras. Está ocupado, en más de dos terceras partes, por un estanque de agua. Éste cuenta con 38 surtidores en los bordes y una península central con dos cuadros de vegetación y una fuente de piedra sobre un pequeño estanque central.
La documentación más antigua sitúa en este patio un estanque, conocido como “de los Peces”. Es lógico pensar que éste se situara junto al palacio tanto para dotarlo de un almacén de agua como para favorecer el disfrute y recreo en épocas de calor. También a menor nivel, aparecieron indicios de lo que podría ser el hamman del palacio del Generalife.
A finales del siglo XVI se llevaron cabo remodelaciones en el patio. La más relevante fue la construcción de la segunda planta de la galería panorámica situada en su lado norte y se construyen los cuadros de vegetación y estanque central que podemos apreciar actualmente.
Las paredes del patio estaban pintadas con diversas escenas y paisajes (recogidas como escenas costumbristas árabes y cristianas en el diccionario de Madoz de 1847 y citadas por otros autores en fecha similar). Se sabe que fueron tapadas a mitad del siglo XIX; lo que contribuyó a su preservación. Hoy permanecen ocultas bajo nuevas capas de pintura.
El Patio del Ciprés de la Sultana es llamado así por el centenario ejemplar que preside el jardín, muerto a finales de los años ochenta del pasado siglo y resto de una alineación de la misma especie que fue decayendo con el paso de los siglos. Según la leyenda que recogió el novelista renacentista Ginés Pérez de Hita en 1525, bajo este ciprés se daban citas amorosas entre Morayma, esposa de Boabdil, y un noble caballero abencerraje.
Vale la pena señalar la singular belleza de este patio cuya extraña forma debe interpretarse como fruto de una armoniosa evolución. Hacia 1920, el paisajista francés J.C.N. Forestier, se entretuvo en buscar su geometría y averiguar cuál era la base matemática que generaba tanta perfección formal. Al parecer experimentó con su trazado en algunos de los jardines que hizo, añadiendo y variando elementos y proporciones. No es de extrañar, pues este pequeño patio es uno de los más bellos e insólitos de la historia de la jardinería.