El agua en el Museo de la Alhambra
El agua se encuentra presente en la Alhambra de forma muy variada: agua mansa, agua que brota, saltarina y sonora, agua que discurre y se almacena. Es un elemento fundamental en la cultura islámica. Es origen de vida, de agricultura, símbolo sagrado de pureza, elemento para el cuidado y limpieza del cuerpo en el baño o hammam. Se integra en la arquitectura de formas muy diversas, mediante acequias y canales, albercas, fuentes y surtidores, pilas, aljibes, pozos…
El agua divide y organiza los espacios; busca la recreación del paraíso desde un profundo sentido religioso que relaciona arquitectura (palacios y fincas reales, mezquitas, baños, casas y zonas artesanales, etcétera) con naturaleza, paisaje, huertas y jardines. El poder y la memoria del agua ─la historia material de su uso y disfrute─, ha pervivido en la Alhambra a pesar del paso del tiempo, no sólo en el propio monumento, también en el Museo de la Alhambra.
La forma de los objetos arquitectónicos vinculados con el uso del agua se vinculada directamente con el uso para el que fueron confeccionados. Se conservan fuentes de piedra y cerámica. En los modelos más simples, la taza es baja y apoyaba o quedaba encastrada en el pavimento, con un surtidor central metálico que conectaba con el entramado de tuberías subterráneas. Destacan en ellas los motivos acuáticos, como peces de largas colas bífidas y las líneas en zig-zag, en algunas culturas símbolo del agua, río y lluvia. En los surtidores se acentúa la presencia escultórica y la figura zoomorfa del león, símbolo de poder y bravura. Sobre pedestales, en sus distintas posiciones, se advierten largas melenas rizadas.
El esplendor artístico de la arquitectura ornamental islámica se revela de forma sublime en las variadas tipologías de pilas, excelsos contenedores de agua. El variado repertorio iconográfico en relieve, heredero de modelos orientales, muestra igualmente elementos alegóricos que simbolizan el poder real, el tema persa del árbol de la vida y recursos ornamentales acuáticos que se vinculan al prodigio del agua.
Los canales eran piezas alargadas con sección en U o en L y dos rebordes laterales que permitían que el agua circulara por su interior a nivel de suelo. Fueron muy frecuentes en los patios palatinos. Se conservan tanto en cerámica vidriada como en piedra, generalmente mármol.
Para evacuar el agua de lluvia de los tejados se dispuso de gárgolas que contaban con un canal interior de desagüe. Otro artefacto son los brocales de pozo. Se disponían alrededor de la boca o superficie de los pozos conformando un antepecho o pared baja que proporcionaba seguridad y utilidad para la extracción de agua.
La exclusiva finalidad funcional determinó que algunos objetos vinculados con el uso del agua carecieran de ornamento. Es el caso de las tuberías y atanores de cerámica cocida. Con forma de tubo, se empalmaban las distintas piezas para conformar una cañería por la que discurría el agua.
Los arcaduces o cangilones eran recipientes cerámicos utilizados preferentemente para extraer agua en las norias. Con forma de cántaro, a pesar de las variedades morfológicas, generalmente tienen un desarrollo ovoide y cuello acampanado. Los estrangulamientos presentes en el cuerpo muestran las zonas donde la pieza recibía las ataduras.
La necesidad de evacuar las aguas procedentes de la lluvia en espacios generalmente abiertos, como en los patios de las viviendas y palacios, supuso el uso de sumideros; algunos modelos presentan originales acabados geométricos.
A través de este breve recorrido por el Museo de la Alhambra se manifiesta la importancia del agua como fuente de vida, parte sin duda de un rico legado histórico que ha pervivido para su conocimiento y difusión social.