Cordón de oro nazarí
El oro ha sido un material que ha atraído la atención desde el principio de los tiempos. No se altera, no pierde su brillo y se puede malear y trabajar para crear suntuosas piezas de joyería, por eso desde la prehistoria se ha usado para crear joyas y adornos personales que simbolizaban el poder y el estatus social. Pero en comparación con otras civilizaciones son escasas las piezas de joyería que nos han llegado de época nazarí. Ello se debe a que en la cultura islámica no existía la costumbre de depositar ningún tipo de ajuar en los enterramientos, como sí sucede en otras culturas y que ha permitido que nos llegue gran cantidad de objetos valiosos. También hay que tener en cuenta que muchas de las piezas se refundían para crear nuevas joyas y a que en las Capitulaciones para la entrega de Granada se permitía a los pobladores que se marchaban llevar consigo sus joyas y bienes muebles. De ahí el valor de los objetos de oro que nos han llegado. Estas piezas, aunque escasas, nos muestran un gran refinamiento y laboriosa manufactura. Los orfebres nazaríes dominaban técnicas como el granulado y la filigrana, y las usaban para crear adornos de todo tipo. El repertorio de joyas es muy variado y se realizaban pulseras, ajorcas, pendientes, collares o broches, y también adornos que se prendían en la ropa, objetos protocolarios y espadas de ceremonia. En las fuentes escritas, tanto cristianas como musulmanas, se habla del uso y del interés por las joyas. Éstas eran utilizadas principalmente por las mujeres, aunque también existían piezas destinadas a los hombres, que las llevaban en cinturones, turbantes o armas. Las alhajas de más calidad se reservaban para la nobleza y para actos o recepciones importantes, pero también existían piezas de menor valor y realizadas en plata o vidrio que se utilizaban para el día a día o por estratos sociales menos pudientes. La importancia de la joyería se evidencia en el hecho de que se alquilaban piezas de oro para acudir a eventos de importancia o a ceremonias familiares, como bodas. Ibn al Jatib describe los adornos utilizados por las granadinas del siglo XIV, grandes collares, brazaletes o aros para los tobillos, de oro puro o plata, según el nivel social. Las joyas formaban una parte importante del ajuar de las novias, por lo que también encontramos numerosas referencias y descripciones de alhajas en las cartas de dote moriscas, en las que se especifica las piezas que la novia aportaba al matrimonio y en las que se puede ver la variedad y riqueza de los adornos de joyería usados en aquel momento. Aunque son escasas las piezas que nos han llegado en el Museo de la Alhambra se conserva un pequeño repertorio de piezas de oro, plata y vidreo. Un ejemplo de las mismas, en el que se aprecia la pericia alcanzada por lo orfebrería nazarí, es un espectácular cordón de oro. Este cordón, utilizado probablemente a modo de collar, es una de las piezas cumbres de la joyería nazarí granadina. Su aparición fue una sorpresa, ya que se halló en el desescombro del ángulo del camino de Ronda que conduce de la Torre de Comares al Cuarto Dorado. Es cordón está formado por el entrecruzamiento de finísimos hilos lisos de oro hasta generar una pieza singular.El alambre de oro se trenza y entrecruza entre sí en una compleja trama de espiga de seis líneas hasta formar un grueso cordón de sección redonda. El grosor del collar es desigual, y alterna entre los 4 mm de ancho mínimo y los 7mm de máximo. Destaca la cuidada ejecución técnica y la exquisita urdimbre que genera la decoración. La pieza probablemente se complementaria con unos engarces en sus extremos, hoy perdidos, que posibilitaran su sujeción. Los collares hispanomusulmanes que han llegado hasta nosotros nos muestran piezas complejas, con variedad de adornos, por lo que es de suponer que este cordón se complementaría igualmente con piezas o cuentas de diferentes formas y tamaños.