Fragmento de una bóveda de mocárabe quebrada del Palacio de Comares
Pocas veces surge la oportunidad de disponer sobre la mesa de trabajo, para el estudio de la técnica del mocárabe, de trozos de composiciones de adarajas en yeso segregados de una bóveda fragmentada de la cual no sólo se conocen su localización exacta y su cronología, sino que, y es lo más trascendental, se conserva otra porción más en su ubicación original. Se trata de la bóveda de mocárabe que cubría el īwān suroeste en el Patio de Comares (fig. 1).
Gracias a esta circunstancia especial, hemos podido examinar de cerca cuatro fragmentos de la bóveda de mocárabe que se conservan en el Museo de la Alhambra, con adarajas de idénticas proporciones, formas, hechuras técnicas y decoraciones. Todos tienen escrita en sus reversos la procedencia «garita del patio de la Alberca». Se fotografiaron, se dibujaron sus plantas, alzados, secciones y hasta los más mínimos detalles de sus composiciones y de sus exornos. Paralelamente, los pudimos poner en comparación con el trozo de bóveda mejor conservado, de mayor tamaño y de estructura más completa que es el situado en el īwān, el cual también se analizó y dibujó. El objetivo de la investigación fue en última instancia tratar de entender lo mejor posible cómo los artistas nazaríes proyectaron, construyeron y decoraron esta bóveda de mocárabe; la cual, como las otras tres bóvedas de sus respectivos īwānes en el Patio de Comares, por sus peculiares características técnicas y decorativas, debió de realizarse hacia 1370, cuando el sultán Muhammad V completó y decoró este patio del Palacio de Comares que su padre, Yūsuf I, no pudo ver terminado1.
Los resultados más interesantes del estudio los dimos a conocer por primera vez en el XIII Congreso Español de Historia del Arte ―CEHA― en el año 2000, en cuyas actas se publicaron con el título «La alcoba oeste de la galería meridional del patio de Comares: la bóveda de mocárabe»2. Remitimos a dicha publicación al lector que esté interesado en profundizar en los pormenores del amplio trabajo.
Ahora, aprovechamos estas páginas del blog del Museo de la Alhambra para presentar una parte de dicho estudio, que hemos actualizado con investigaciones más recientes (ya, por ejemplo, no empleamos el término alcoba sino el de īwān, más apropiado para el tipo de espacio del que se trata), y cuya correspondiente documentación gráfica mostramos en color y sin ciertos errores con los que había salido impresa en el 2000. De los fragmentos de la bóveda conservados en el Museo, nos centramos aquí en el de mayores dimensiones porque ha llegado a nuestros días con la composición de adarajas más completa y, por tanto, es el que aporta mejor información sobre la técnica del mocárabe en la bóveda y el que mantiene restos de ornamentación más variados.
La pieza está compuesta por dos trozos pegados con yeso en una restauración moderna, uno más grande que comprende la parte baja en todo su ancho y otro más pequeño en la parte alta que crea un vuelo horizontal (fig. 2)3. En fecha reciente se ha consolidado y limpiado la superficie. Aún así, presenta abundante pérdida de material y varias grietas, y de la decoración pintada quedan restos desvaídos en las superficies de varias adarajas. El reverso es un gran mazacote de yeso y arena que cubre toda la superficie reforzándola, y que impide se vea la estructura de las adarajas por detrás. Las medidas de la pieza son 43’6 cms. de alto y 71’3 de ancho, lo que viene a ser alrededor de una séptima parte del área total de la bóveda (figs. 1, 2 y 5)4.
Si se observa el fragmento en alzado (fig. 2.A), al primer golpe de vista quizá lo que llame la atención sea una aglomeración de formas alargadas que cuelgan hacia el suelo, engañosamente todas iguales, yuxtapuestas unas a otras en apariencia de manera arbitraria, sin orden geométrico lógico, y que recuerdan a las concreciones calcáreas de estalactitas en las cavernas. Sin embargo, a medida que el ojo se percata de más detalles, esas formas alargadas se tornan en variadas figuras prismáticas con cortes curvos y patillas rectas colgantes: son las denominadas adarajas. Estas adarajas se unen adosadas unas a otras en hileras horizontales y en pisos escalonados, y se proyectan tridimensionalmente en el espacio para crear un perfil que tiende a ser abovedado (fig. 2.A).
Distinta por completo es la percepción de la misma composición de mocárabe cuando se examina el fragmento en planta (fig. 2.B), esto es, observarlo desde abajo como si estuviese situado colgado por encima de nuestras cabezas ―que es el punto de vista más normal de apreciar cualquier bóveda de mocárabe―. Ahora, en nada recuerda ya a las estalactitas cavernosas pues las figuras prismáticas colgantes, o adarajas, se han geometrizado con total claridad al verse sólo sus variadas plantas. Estas plantas que pueden parecer tan diversas en realidad responden únicamente a tres formas geométricas básicas: el triángulo, el rectángulo y el rombo (fig. 2.B; fig. 3: 1-9); más un fino taco rectangular dispuesto de manera continua como una cinta (se denomina la medina) que discurre entre las adarajas y las articula en grupos5 (fig. 2.B; fig. 3: 12).
En la parte baja del fragmento quedan algunos pequeños restos de una cinta amoldada al perfil de los arquitos de las adarajas, la cual era parte del enmarque perimetral de la bóveda. Esta cinta se halla más completa y en mejor estado de conservación en el trozo de bóveda in situ en el īwān, y está pintada con un lazo rojo de líneas negras (fig. 1.C; fig. 6.F). Merced a esta cinta perimetral, que servía a modo de calzo para adaptar la bóveda a las irregularidades de las paredes del espacio rectangular del īwān, se puede saber que este fragmento R. 879 estuvo ubicado en la parte baja, o arranque, de la bóveda. Es más, sus grupos de adarajas y la medina están articulados con la forma de una estructura particular tal que sólo pudo estar colocado en dos partes de la composición rectangular: en el ángulo sureste, por encima del arco de entrada al īwān, junto al lado derecho del fragmento conservado in situ (así lo hemos representado coloreado en verde en el dibujo restitutivo de la bóveda; fig. 5); o bien en el ángulo noroeste, que es el opuesto según su propia diagonal.
Por la presencia de la medina, podemos saber que la bóveda en su estado original era amedinada, que es como se debe denominar este tipo de composición de mocárabe.
Como cualquier composición de mocárabe (en cornisas, arcos, racimos, cubos, pechinas, etc.), este fragmento de bóveda está formado por la combinación geométrico-proporcional de una serie de adarajas acopladas entre sí, cuyos extremos inferiores presentan los característicos cortes en forma de cuarto de círculo y unas más o menos largas patillas que penden hacia el suelo. Estas adarajas (de la palabra árabe daraŷa = escalón) están realizadas en yeso mediante moldes, en los cuales ya estaban hechos los precisos cortes mediante plantillas. El método para obtener los cortes, que obedece al sistema proporcional pitagórico (basado en la proporción 1-√2, es decir, la relación del lado de un triángulo rectángulo y su hipotenusa), los artesanos en la Edad Media lo realizaban de modo empírico, traspasado de maestros a alumnos, utilizando simplemente la escuadra, el cartabón y el compás6. Con las plantillas aplicadas a las caras de los prismas se obtenían diferentes adarajas, aunque básicamente sus formas eran con rectangulares, triangulares y romboidales (éstas en origen debieron de ser dos triángulos isósceles de 45º unidos por su cara desigual). En el fragmento del Museo, las adarajas que se emplearon tienen las siguientes formas:
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Una de planta rectangular (fig. 3:1).
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Seis con plantas de triángulos isósceles (fig. 3: 2-6 y 8).
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Dos de planta romboidal (fig. 3: 7 y 9).
En las figuras 3 y 4 hemos identificado con números las 61 adarajas, más o menos completas, que componen el fragmento de bóveda conservado en el Museo, si bien como hemos visto son sólo nueve los tipos de adarajas que se repiten (fig. 3: 1-9).
Dichas adarajas se unen entre sí siguiendo dos reglas básicas: para formar hileras horizontales, al mismo nivel, lo hacen por sus caras iguales ―con valor 1―; y para formar pisos superpuestos las adarajas se unen por las caras desiguales, o proporcionales, dejando una distancia igual a 1/7 parte entre ellos. En la parte central del fragmento de bóveda de mocárabe se han conservado hasta cinco pisos en altura de adarajas (fig. 2: A-B). Como ya se ha visto, entre las adarajas hay acopladas unas piezas con forma de taco rectangular, llamada medina, que discurren a modo de cinta o nervadura continua y articulan las adarajas en grupos o módulos y estructuran el trazado geométrico básico de la composición. La medina es el verdadero esqueleto de la bóveda, cuya concepción deriva de los arcos entrecruzados de las bóvedas califales de Córdoba, y los espacios intermedios resultantes son como los plementos de las mismas, que ahora se rellenan con las adarajas del mocárabe (fig. 2, 4).
El trazado geométrico-proporcional de la bóveda de mocárabe del īwān suroeste y los cinco módulos compositivos de adarajas que la formaban, se analizan en la publicación del CEHA7. No obstante, el fragmento de bóveda que tratamos aquí conserva parte de ese trazado geométrico y dos de los cinco módulos compositivos (A y B) formados por la medina y las agrupaciones de adarajas (fig. 5: A, B). El módulo identificado con la letra A se articulaba alrededor del prisma con forma de estrella de ocho puntas (es el prisma nº 10 de la figura 3, el cual no se ha conservado en el trozo del Museo) y se ubicaba en los ángulos de la bóveda. El módulo B, por una parte, está articulado en torno al gran prisma de base cuadrada (es el nº 11 de la figura 3, que tampoco se ha conservado en el fragmento), y, por otra, consta de dos puntas de la estrella formada por la medina en el trazado geométrico-proporcional de la bóveda (fig. 5: B).
La superficie del fragmento de bóveda de mocárabe conservado en el Museo ha llegado muy deteriorada, con grandes pérdidas de color, y presenta a simple vista el aspecto blanquecino del yeso con restos de pintura de color azul. No obstante, vistas con detalle las caras de las adarajas se aprecian, muy desvaídos, finos y delicados temas decorativos epigráficos, vegetales y geométricos. Si se unen estos vestigios de ornamentación a los que subsisten en el trozo de bóveda in situ en el īwān, es posible hacerse una idea aproximada de la imagen original de la bóveda, cuya superficie estuvo totalmente decorada, bien pintada y/o tallada, y policromada.
Los dibujos de los temas decorativos están pintados con una línea negra muy fina, con una soltura que denota la maestría del decorador; a continuación se rellenarían los fondos de color y por último se retocarían los detalles. Hemos distinguido tres temas ornamentales con sus variantes:
Motivo epigráfico sobre fondo vegetal (fig. 6: A, B). Se encuentra pintado en las caras rectangulares cóncavas de las adarajas del tipo 1. Es la decoración más exquisita y compleja conservada de la bóveda. En primer plano aparece escrita en árabe cúfico la jaculatoria yumn = Felicidad, enfrentada a su idéntica como vista en un espejo. El trazado de la epigrafía es el siguiente:
«?las letras yā’ suben en línea vertical, forman un segundo sesgueo y se lobulan en ápices normales en dirección vertical descendente; las cintas de prolongación de los nūn se curvan y luego suben paralelas hasta que se cruzan y forman un nudo de cinco vanos, acabando en ápices normales opuestos entre sí»8.
El fondo de las letras se cubre con dos tallos paralelos ascendentes en forma de “S” en los que enganchan pequeños brotes semicirculares, puntiagudos y romboidales (fig. 7: 6c-e, 7a-e). Arriba cada tallo se abre en dos pequeñas ramificaciones de cuyos extremos florecen pimientos: dos suben hacia las esquinas con sépalo cuadrado recubriendo en parte el fruto curvo-ascendente. Los dos pimientos que bajan tienen sépalo circular y el fruto enroscado sobre sí mismo (fig. 7: 4a-b, 5d-e). Los extremos inferiores de los dos tallos se enroscan y acaban en sendas palmas de dos hojas, una hojita más grande que la otra y con distinto desarrollo, ya que la de arriba enrosca sobre sí misma con una excrescencia en su borde externo, mientras que la otra se curva ligeramente hacia abajo (fig. 7: 3c-d).
Motivos vegetales (fig. 6: C, D). Se hallan pintados en las caras verticales planas de las adarajas de los tipos 1 y 4, entre los espacios arqueados que dejan los cortes curvos y las patillas de otras adarajas anejas. Consisten estos motivos en dos tallos paralelos ascendentes en forma de “S” de los que brotan palmas y pimientos; si bien hay que distinguir dos variantes compositivas. Una presenta en los extremos inferiores de cada tallo una palma de dos hojas explayadas que al unirse crean una palmeta (fig. 6: C; fig. 7: 3a-b); lo mismo ocurre con las dos palmas que nacen en la parte superior de los tallos, formadas por una hoja curva ascendente y la opuesta ligeramente enroscada de la que ahora cae un pimiento con el cáliz de sépalos redondeados y fruto erecto con tendencia curva (fig. 6: C; fig. 7: 5b-c). La segunda variante compositiva tiene como base la anterior, pero ahora de los extremos superiores de cada tallo desaparecen las palmas y nacen dos pimientos ascendentes que se tocan en las puntas (fig. 6: D; fig. 7: 4e, 5a).
Aparte, otro motivo vegetal más simple, pintado en azul sin dibujo previo, aparece bajo los cortes curvos y patillas de las adarajas romboidales del tipo 7. Se trata de un tallo vertical del que nacen dos hojitas abiertas curvas en la parte inferior (fig. 7: 2-c), y, por encima, florece una palma de dos grandes hojas explayadas y enroscadas como volutas que acaban en lóbulos, y muestran crestas en los bordes externos de cada hoja (fig. 7: 2a-b).
Motivos geométricos (fig. 6: E, F). Son dos lazos, o cintas, que decoraban con una línea negra todo el recorrido de la medina. Han llegado a nuestros días sin parte de las líneas, la policromía casi perdida y con sólo un monótono punteado.
En cuanto a la policromía, según se aprecia en los vestigios originales, en época nazarí la superficie de la bóveda estuvo totalmente pintada con colores puros en su composición e intensos (destacaban los rojos y azules)9, con predominio del dorado que destellaba con los reflejos de la luz. Hay que imaginarse la belleza efectista de las formas geométricas tan puras y del colorido que en origen irradiaría la bóveda del īwān.
Notas:
1 Antonio Fernández-Puertas, “El arte”, El reino nazarí de Granada, Historia de España Menéndez Pidal – Jover Zamora, t. VIII, v. IV, Madrid, Espasa Calpe, 2000, pp. 243-244.
2 Volumen I, páginas 44-55, láminas 1-3 y figuras 1-4. El congreso, que fue organizado por el departamento de Historia del Arte de la Universidad de Granada, entre el 31 de octubre y el 3 de noviembre de 2000, tenía como lema Ante el nuevo milenio: raíces culturales, proyección y actualidad del arte español.
5 Además, en el fragmento de la bóveda in situ en el īwān aparece una forma prismática con planta de estrella de ocho puntas y otra que es un paralelepípedo de base cuadrada (fig. 1.C; fig. 3: 10, 11); ambas figuras no se han conservado en los trozos del Museo.
6 Para conocer con más detalle el método técnico de la labor del mocárabe, así como el resto de su terminología, y la bibliografía específica sobre el tema, véase en este mismo Blog del Museo de la Alhambra el estudio «Mocárabes versus muqarnas» (febrero de 2013).
8 Antonio Fernández-Puertas, La escritura cúfica en los palacios de Comares y Leones, Tesis Doctoral, Universidad de Granada, 1974, p. 212.
9 El policromado se hizo mediante el temple, posiblemente al huevo. Ramón Rubio Domene, Yeserías de la Alhambra: historia, técnica y conservación, Granada, Editorial Universidad de Granada y Patronato de la Alhambra y del Generalife, 2010, p. 184.