Baños y balnearios andalusíes: Similitudes y diferencias
En árabe se denomina ḥammām al baño artificial, mientras que el término ḥāmma quiere decir balneario, es decir, baños naturales en aguas mineromedicinales, generalmente termales. Ambos términos derivan de la raíz árabe ḥamm, calentar. Tiene un origen semita y muchas lenguas orientales utilizan voces semejantes para referirse al agua caliente, a las fuentes termales e incluso a los baños.
A pesar de las evidentes relaciones entre los baños y los balnearios, existen importantes diferencias: el tipo de agua utilizada, las prácticas que se realizaban, los edificios que componían las instalaciones y los lugares donde se ubicaban.
Sobre los baños islámicos
El baño islámico es heredero del grecolatino. Como civilización urbana que es la andalusí, esta institución fue fundamental para la existencia de higiene personal. Así, en las ciudades andalusíes existían numerosos baños públicos donde los habitantes se relacionaban, siendo un lugar idóneo para el encuentro social. Especial significación tuvo para las mujeres este espacio como lugar para ampliar los límites de su escasa vida social, relegada fundamentalmente al espacio doméstico. La importancia de la separación sexual entre mujeres y hombres en el espacio público determinó un uso diferenciado de los baños islámicos para ambos géneros.
La existencia de baños fue esencial hasta tal punto que los pueblos del campo, las alquerías, también contaban con baños públicos. También existieron baños privados en el interior de las residencias de cierta envergadura y en los palacios de los gobernantes, en los que formó parte de la vida cortesana e incluso del protocolo oficial.
El baño en el mundo islámico adquirió pronto un carácter ritual y purificador de acuerdo con los preceptos coránicos. La finalidad principal del baño musulmán es la religiosa, ya que es necesaria la purificación (tahâra) para realizar las oraciones, especialmente la del viernes. Así pues los fines higiénicos y religiosos se hallan íntimamente relacionados, ya que la pureza se obtiene por la limpieza corporal.
Junto a estas funciones, la preservación de la salud y curación por medio del baño fue muy importante, tal y como puede verse en tratados médicos históricos. El baño reúne dos elementos fundamentales: el agua, fría y húmeda, y el fuego que es caliente y seco. Se sostenía entonces la creencia de que el cuerpo humano se componía de humores originados por la mezcla de estos elementos. La enfermedad se producía por el desequilibrio humoral. En este sentido, el baño era la solución médica ideal para reunir contrarios, permitir restablecer el equilibrio y sanar.
La arquitectura del baño está estrechamente relacionada con la finalidad práctica y el uso que de ellos se hacía. Sus espacios pueden ser divididos en tres zonas o áreas: la seca, la húmeda y la de servicio.
La diferente función de la zona seca (recepción, vigilancia, vestuario, masaje, etc.) y la húmeda (con agua abundante, altas temperaturas y atmósfera densa de vapor) obligaban a realizar dos construcciones también distintas, acomodadas cada una a su función e integradas en un sólo edificio, aunque de forma yuxtapuesta.
El primer grupo de dependencias o área seca (al-bayt al-maslaj) se compone de estancias como el zaguán, letrina, vestuario y zona de reposo. Suelen mediar entre la calle y la zona húmeda. Constituyen una obra de arquitectura leñosa de planta cuadrada, construida a la manera de una vivienda, a veces incluso con dos plantas y ricamente engalanada si su fin era protocolario.
En cambio la zona húmeda, correspondiente a las cámaras de vapor que han de soportar mucha humedad y fuego, es una arquitectura abovedada con gruesos muros. La iluminación es exclusivamente cenital, a través de lucernas que calan las bóvedas. En esta área se suceden tres salas con temperatura diversa. La sala fría (al-bayt al-bārid) funciona como acceso desde la zona seca; la intermedia o sala templada (al-bayt al-wastānī) es la de mayor tamaño; y, por último, la sala caliente (al-bayt al-sajūn). Esta última presenta un suelo suspendido sobre un hipocausto, una cámara subterránea con sistema de circulación de aire caliente que después ascendía por tuberías insertas en las paredes hasta las chimeneas del tejado.
La zona de servicio está en el extremo opuesto a la entrada, junto a la sala caliente. Por allí ingresa el agua al baño hasta el horno (al-burma), donde es calentada en una caldera metálica, a la vez que se caldea el aire que circula bajo el suelo de la sala caliente. Separada del resto de dependencias, cuenta con una entrada independiente del resto del baño para que sin perturbar a los bañistas puedan acceder los operarios encargados de meter la leña y accionar el horno.
Es importante señalar que el baño islámico, a diferencia del romano, no es de inmersión, sino que funciona como una sauna húmeda. En las salas había piletas de agua caliente y fría para que los bañistas las recogieran con cubos para realizar las oportunas duchas.
Sobre los balnearios islámicos
Los balnearios tienen por objeto aprovechar las propiedades mineromedicinales de algunas fuentes naturales de agua, casi en todos los casos de agua caliente (más de 30º C). Construidos en muchos casos por designio real, su finalidad principal fue médica, aplicando la experiencia de la bondad de determinadas aguas para curar distintas dolencias. El baño en este caso es de inmersión en piscinas.
Se ubican en entornos rurales, por lo general separados de las poblaciones. Algunos están cerca de importantes rutas de comunicación, lo que facilitó la asistencia de viajeros. La castellanización de su nombre árabe ha dado lugar a la denominación de poblaciones actuales en las que existieron este tipo de instalaciones, como Alhama (que significaba balneario).
Se construyen sobre la fuente termal para aprovechar su calor natural. Como principio general que rige en la organización se repite la existencia de dos salas de baño abovedadas destinadas una para hombres y otra para mujeres. En los edificios de baños se acumula el agua en una piscina central y existen unos andenes perimetrales, quizás con gradas, que permiten la circulación y el asiento.
Con una función médica pero también ligada al ocio, en su entorno existieron fondas y tiendas que permitieron el alojamiento de los bañistas durante varios días.
El uso de las aguas era gratuito, se pagaba por el alojamiento y la manutención. Estas rentas se derivaban al propio mantenimiento del baño. Este concepto se liga al sentido ampliamente utilitario y colectivo de estas instalaciones con un eminente carácter curativo y de don divino, y que generalmente, habían sido construidas por gobernantes o las altas clases aristocráticas como obras pías destinadas a la comunidad, pero de cuyo disfrute no se sustrajeron.
Autores del artículo: Paula Sánchez Gómez (arqueóloga), Manuel Pérez Asensio (arqueólogo).
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