El ataifor del caballo
Uno de las ataifores popularmente más conocidos es quizá el ataifor del Caballo. Esta pieza es de época califal, está datada en la 2ª mitad del siglo X y procede de la ciudad de Madīnat Ilbīra (Atarfe ? Granada). Este núcleo urbano estuvo conformado por barrios, tal vez como resultado de la existencia de varias alquerías rurales cuya unión acabó dando lugar a la ciudad. Contó con una mezquita aljama y una alcazaba, levantadas probablamente en el siglo IX en la época de Abd al-Rahman II. Entre los siglos VIII y X fue ésta una ciudad de pujante riqueza económica gracias a la producción agrícola de la vega granadina; importancia administrativa al ser capital de la kūra de llbīra (una demarcación territorial del Califato de Córdoba de gran tamaño); y punto de distribución de productos comerciales gracias a su buena ubicación en rutas mercantiles. En este contexto es en el que tenemos que situar el ataifor del caballo, una pieza singular que fue creada en un momento de apogeo; en una ciudad floreciente que mantenía contacto con la pujante Córdoba y con el exótico oriente próximo a través de las rutas comerciales; y en un ambiente de lujo que demandaba la fabricación de piezas de cuidada manufactura y belleza. Este ataifor, utilizado para la presentación de los alimentos en la mesa, tiene una altura de 8 cm y diámetro de 35 cm. Presenta un solero plano, paredes ligeramente curvadas y labio superior redondeado y sin delimitar. Es una pieza que se encuentra vidriada, al exterior con una capa lisa de color blanco melado y en el interior destaca su decoración en verde y manganeso. Esta técnica emplea dos óxidos para obtener la coloración: el cobre, que da como resultado el color verde; y el manganeso, con el que se consiguen las tonalidades negruzcas/moradas. Ornamentalmente destaca la gran figura central de la composición: un caballo, de no mucha alzada, enjaezado y ensillado en actitud de marcha y con mirada desafiante al frente. El animal, que destaca por su naturalismo, presenta largas crines oscuras sueltas, cola trenzada que se abre al final en tres ramales y rotundas pezuñas. Subida sobre la silla y con las alas desplegadas aparece un ave, probablemente un halcón, que se posa sobre sus garras y sujeta las riendas del caballo con el pico. En el fondo se aprecian unas formas vegetales estilizadas de una flor y una palmeta de perfil. El borde interno del ataifor se encuentra decorado con figuras semicirculares en colores alternos verde y morado. Llama la atención de esta pieza el cuidado dibujo y el uso del óxido de manganeso para remarcar algunos detalles, como la silla de montar o los aparejos del caballo, y para perfilar las figuras, haciendo que resalten aún más sobre el fondo. Los animales se rellenan de color verde con una capa muy diluida de óxido de cobre, destacando algunas reservas en blanco para remarcar ciertos detalles, como las cintas del caballo o algunas plumas del ave. En el arte califal es frecuente el uso de temas zoomórficos y este ataifor se encontraría dentro de esa tendencia, sin embargo es atípico el empleo de la figura del caballo ya que no es una figura muy presente en el arte hispanomusulmán, siendo un motivo decorativo más propio del arte islámico oriental. Poco común es además la asociación de este animal con el ave que lo cabalga. Todos estos elementos hacen de esta pieza un objeto único y singular y uno de los ataifores más importantes de la cerámica califal. Bibliografía: Fresneda Padilla, Eduardo. ?Ataifor del caballo?, Arte islámico en Granada. Propuesta para el Museo de la Alhambra. Granada. 1995. Gómez-Moreno, Manuel. Medina Elvira. Granada. 1888.