Agua que susurra o que salta: dos formas de entender las fuentes de la Alhambra
Las fuentes de la Alhambra no son meros accesorios decorativos, forman parte de la arquitectura de los palacios, del espíritu de belleza que impregna todo. De todos es sabido la auténtica veneración por el agua que sentían los musulmanes que construyeron la Alhambra. Y eso se refleja en la disposición y variedad de fuentes que sirven para conducir el rumor del agua a través de patios, palacios y jardines. Es difícil pasear por la Alhambra sin tropezar con alguna alberca, fuente o pilar con el agua como protagonista.
La imagen de esas fuentes, sin embargo, cambió de forma notable con la llegada de los cristianos tras la reconquista de Granada. Y es que ambas culturas tenían un concepto del agua radicalmente distinto. Para los árabes, que venían del desierto, el agua era tan preciada que desarrollaron toda una ciencia hidráulica con el único fin de no desperdiciar una sola gota. Los sultanes de la Alhambra se sentaban junto a las pilas bajas en tertulia, como lo hacían los reyes medievales europeos en torno a una chimenea. El agua era un bien tan querido que no encontraremos en la arquitectura islámica esa imagen demoníaca de las gárgolas europeas, góticas o románicas, que lanzan lejos de los edificios el agua que sobra.
En la ciudad palatina de la Alhambra todo el agua se aprovechaba y se mimaba como un tesoro. De hecho, a los nazaríes no les bastó con construir fuentes en los patios y jardines, sino que también trasladaron el agua al interior de las principales estancias, mediante canalillos por los que agua transcurría susurrante y calmada.
Pero en 1492, con la llegada de los Reyes Católicos, muchas de esas fuentes cambiaron su apariencia. Aunque los cristianos respetaron en gran medida la arquitectura de los palacios nazaríes, conscientes de su belleza y su importancia artística, trasladaron al ámbito doméstico sus costumbres y necesidades en cuanto al uso del espacio.
La cultura cristiana estaba más acostumbrada a un agua que salta, que salpica, que provoca sonidos fuertes. Para conseguirlo, adaptaron las fuentes elevando las pilas y dotándolas de nuevos surtidores con altos caños. Eliminaron el concepto nazarí de lámina plana de agua, que apenas se mueve con suaves ondulaciones, y lo sustituyeron por pilas en las que el agua se desbordaba desde una altura elevada. Dos formas de entender el agua, cada una resultante de los orígenes y la historia propia de cada cultura, la cristiana y la musulmana.
BIBLIOGRAFÍA
La Alhambra y el Generalife. Guía Oficial (2010). Bermúdez López, Jesús
María Luisa Ibáñez / 3 years ago
Muy interesante, amena y atractiva información. Gracias