700 años del nacimiento de Ibn al-Jatib
Con motivo del 700 aniversario del nacimiento del político, intelectual y escritor granadino Ibn al-Jatib, queremos recordar su figura destacando cuales fueron sus virtudes y los pasajes de su vida que marcaron la historia y la cultura de al-Andalus en el S. XIV. Ibn al-Jatib nació en la localidad granadina de Loja un día como hoy de 1313. De familia acomodada yemedí llegó a Granada donde desempeñó destacables funciones políticas como la de jefe de la Secretaría Real, ministro y mandatario militar, primero en la corte nazarí de Yusuf I y posteriormente durante el mandato de su hijo Muhammad V, con quien tuvo una estrecha relación. Con este sultán también ejerció como historiador, visir (tras la muerte del visir Ibn al-Yayyab) y diplomático en importantes misiones, destacando la realizada en la corte meriní de Abu Inan Faris (1331-1358, sultán de Fez y Marruecos), donde marchó para solicitar el apoyo de este príncipe contra las armas extranjeras de los castellano-leoneses. Gracias a una virtuosa petición poética frente al príncipe, gozó de su admiración y de altos favores siendo además elevado al cargo de doble visir en la corte nazarí.
“¡Califa de Dios!
Ojalá el destino aumente tu gloria
todo el tiempo que brille la luna en la oscuridad! Ojalá la mano de la Providencia aleje de ti los peligros
que no podrían ser rechazados por la fuerza de los hombres. En nuestras aflicciones tu aspecto es para nosotros
la luna que disipa las tinieblas; y, en las épocas de escasez,
tu mano reemplaza la lluvia y esparce la abundancia. Sin tu auxilio, el pueblo andaluz no habría conservado
ni habitación ni territorio. En una palabra, este país no siente sino una necesidad:
la protección de tu majestad.
Aquellos que han experimentado tus favores,
jamás han sido ingratos;
nunca han desconocido tus beneficios. Ahora, cuando temen por su existencia,
me han enviado a ti y esperan”.
Paralelo a su vida política, Ibn al-Jatib fue un gran polígrafo que escribió más de 60 obras de diversas disciplinas: poesía, jurisprudencia, crónicas, farmacología o medicina, destacando en ésta última su tratado de higiene, muy avanzado a su tiempo, y su tratado sobre la peste y las consecuencias del contagio. Defendió la idea del aislamiento de los enfermos y la eliminación del vestuario y de las sabanas de estos, algo que se defendió y fomentó posteriormente en el S. XIX. Fue profesor y tuvo un papel muy importante en la construcción de dos de los edificios más importantes de su tiempo: el Maristán, primer hospital islámico del que se tiene noticias y del cual el Museo de la Alhambra conserva varias piezas muy destacadas; y la Madraza, universidad donde probablemente ejerció como profesor. Fue conocido como el Dhu l-`umrayn, o el de las dos vidas, “el polígrafo insomne”, pues la mayoría de sus obras las escribió cuando todos dormían debido al profundo insomnio que padecía. Junto a su discípulo y poeta Ibn Zamrak, decoró las paredes de la Alhambra con bellos poemas en yesería. Estos han sido traducidos al castellano gracias al profesor José M. Puerta Vílchez y se pueden admirar in situ. De Ibn al-Jatib se conservan los poemas que realizó para las dos tacas del arco central del Salón de Comares, ambos escritos en primera persona del singular femenino (como si la propia taca hablara) honrando al sultán Muhammad V y al lugar donde están.
En la taca de la derecha del arco se desarrolla uno de los poemas, escrito en los tres frisos que la enmarcan:
“Con mis alhajas y mi corona a las más bellas aventajo,
y hasta mí descienden los astros del zodíaco.
El jarrón del agua parece en mí un devoto
de pie ante la alquibla del mihrab orando.
Mi generosidad en todo momento
sacia la sed y atiende al necesitado.
Es como si yo tomara los beneficios de la dadivosidad
de la mano de mi señor Abu l-Hayyay.
Luna llena permanezca él brillando en mi cielo
como en las tinieblas resplandece el plenilunio”
Y en la taca de la izquierda, también en diez estrofas y en sus tres frisos correspondientes, otro diferente:
“Los dedos de mi artífice mi tejido bordaron
después de engarzar las joyas de mi corona.
A un trono nupcial me asemejo, incluso lo supero,
y a los novios la felicidad aseguro.
Quien a mi viene quejándose de sed,
mi fuente le da agua dulce, clara y sin mezcla.
Soy como cuando aparece el arco iris
con el sol de nuestro señor Abu l-Hayyay.
Que siga siendo lugar de reunión protegido,
mientras la casa de Dios reúna peregrinos.”
Ambas tacas aparecen también decoradas con el lema de la dinastía nazarí: “Solo Dios es vencedor”, además de textos preservativos, protectores y de alabanzas a Dios. Ibn al-Jatib cada vez era más y más influyente en la corte nasrí y su riqueza iba en aumento, incluso era mayor que la de los cortesanos, lo que provocó envidias y malestares dentro de ésta. Debido a su notoriedad se emprendieron una serie de intrigas y calumnias sobre la figura del poeta, a las que su gran protector Muhammad V hizo oídos sordos. Pero el miedo invadió a Ibn al –Jatib y, con la excusa de inspeccionar unas propiedades, decidió huir a Fez en 1360 bajo la protección del rey meriní, que tanto lo admiraba. Su exilio coincidió con el de Muhammad V tras ser destronado por su hermanastro Ismail II, el cual fue asesinado por Abu Said (Muhammad VI) quien se proclamó rey. Con la ayuda del rey Pedro I, Muhammad V regresó en armas a Granada y recuperó el poder en 1362. Junto a él, también volvió Ibn al-Jatib y al estar de nuevo en la corte nazarí, tomó el poder absoluto del Estado dejando sin potestad a sus enemigos. Este hecho engendró numerosas conspiraciones en contra del poeta. Las intrigas y tramas contra él crecían cada vez más y, preso una vez más del miedo, Ibn al-Jatib decidió huir de nuevo, en esta ocasión a Tremecén (Argelia) en 1371, buscando la protección del sultán Abd Al Aziz. Un año después se marchó a Fez a una de sus lujosas residencias. Todo esto supuso una traición a Muhammad V, ya muy influenciado por los enemigos de Ibn al-Jatib, quien lo condenó por desertor, aunque esta acusación no tenía valor suficiente para que pudiera ser deportado y ejecutado. Por ésta razón es por lo que se buscaron otros hechos con que inculparle, según Mª Isabel Calero Secall. Las acusaciones y envidias incluso fueron llegando de sus propios discípulos, como ocurrió con el poeta Ibn Zamrak, el cual lo acusó de deslealtad al Islam, debido a los postulados sufistas que ejercía su maestro, También hubo acusaciones por parte de los juristas, que lo imputaron de hereje, de romper los lazos con el Islam, de hacer crítica del Profeta, de conducta inmoral… Todo ello basándose en algunos de sus escritos, como su obra “El jardín del conocimiento sobre el amor divino”. Igualmente tuvo enemigos en Fez, debido a la influencia que ejercía sobre el rey meriní y las envidias que despertó entre sus altos cargos. Con un doble juicio en ambos territorios, no pudo defenderse de sus acusaciones y fue condenado a tortura y muerte en 1374 en Fez, donde fue asesinado en prisión. Antes de morir escribió un poema sobre su condena y su triste final:
“(…) Di a mis amigos: ¡Ibn al-Jatib ha partido!
¡Ya no existe!
¿Y quién es el que no ha de morir?
Di a los que se regocijan de ello: ¡Alegraos si sois inmortales! (…)”