Es la historia de una amistad. Los protagonistas: Manuel de Falla (1876-1946) e Ignacio Zuloaga (1870-1945), y la Alhambra, el mejor escenario para el reencuentro de dos de los artistas más importantes de la primera mitad del siglo XX. Una exposición, instalada en la sala de exposiciones temporales del Museo de Bellas Artes de Granada, en la primera planta del Palacio de Carlos V, donde podrá visitarse hasta el próximo 18 de septiembre, recorre, a través de más de 150 piezas, la relación personal entre ambos y los principales proyectos que desarrollaron en común.
La muestra, "Ignacio Zuloaga y Manuel de Falla. Historia de una amistad", realiza un recorrido cronológico (1913-1939) por el trabajo conjunto de estos dos excepcionales creadores a través de la documentación epistolar, fotográfica y periodística y la obra plástica de Zuloaga y musical de Falla con el fin de contextualizarlo en su época histórica, un “extraordinario periodo de la modernidad artística”. La exposición, comisariada por José Vallejo, cuenta con piezas prestadas por el Museo Ignacio Zuloaga-Castillo de Pedraza y el Archivo Manuel de Falla, además de otras procedentes del Museo Centro de Arte Reina Sofía, el Nacional del Teatro de Almagro, el Ayuntamiento de Granada, el Patronato de la Alhambra y Generalife, el Instituto Cervantes de París, el Museo de Arte Nacional de Cataluña y el Bellas Artes de Bilbao, además de coleccionistas particulares.
Las investigaciones indican que posiblemente Manuel de Falla (1876-1946) e Ignacio Zuloaga (1870-1945) se conocieron en París, en 1910, pero no es hasta 1913 cuando existe una prueba documental de su relación. Es en esta fecha cuando arranca el recorrido de la exposición, con la carta en la que el compositor solicita ayuda y consejos de su amigo pintor para la puesta en escena de La vida breve.
Zuloaga y Falla se encuentran en París, Madrid y Granada, entre otras ciudades a lo largo de dos décadas. Su relación de amistad les anima a trabajar juntos en varios proyectos, como la inauguración en 1917 de unas escuelas populares en Fuendetodos, la casa natal de Francisco de Goya (1746-1828). Falla asistió y participó en los actos de inauguración tocando el armonio en la iglesia parroquial, buscando inspiración para la composición de su jota final del Sombrero de tres picos.
Su amistad les anima también a trabajar juntos en un proyecto en el que música y escena cuentan con la dirección de los dos, propósito que tardará quince años en formalizarse con la representación de El retablo de maese Pedro en la Ópera Cómica de París, en 1928. Además, durante 20 años, colaboraron juntos en diversos proyectos, la mayoría con un interés social. Entre ellos, destacan el Concurso de Cante Jondo de Granada, organizado por Falla, Lorca y Fernando Vílchez, en 1922; la exposición de Zuloaga ese mismo año en el Museo de Meersmans de Granada. El último encuentro entre los dos artistas tuvo lugar en 1932, cuando Falla se aloja en casa de Zuloaga en Zumaya antes de su viaje a Argentina, donde muere en 1946, un año después que su amigo. Una carta de despedida definitiva desde este país es un adiós que ellos saben definitivo.