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DEL PATRONATO DE LA ALHAMBRA Y GENERALIFE

23 abril 2018

Las mujeres de la Granada nazarí

De la Granada nazarí son bien conocidos los sultanes que la gobernaron, los poetas que escribieron los muros de la Alhambra y los personajes públicos que ejercieron una labor política, científica, cultural o militar. A través de los escritos de los diversos tratadistas musulmanes conocemos la sociedad de la época, las costumbres y la forma de vida. Personajes masculinos e historiografía escrita por varones, lo que ha derivado en que hasta época relativamente reciente las mujeres de la Granada nazarí fuesen unas grandes desconocidas. La Granada nazarí no se puede entender sin conocer también la historia de las mujeres que las poblaron, mujeres anónimas que se ocuparon de la vida doméstica y mujeres que ejercieron poder y relevancia política en el sultanato granadino. Hoy conocemos algunas de ellas, los espacios femeninos asociados a las mujeres y los bienes materiales que han llegado hasta nosotros.

Historiadores árabes, como lbn al-Abbar y al-Marrakusi en sus diccionarios biográficos, nos han dejado relaciones de nombres de personajes que estuvieron vinculados con algún aspecto del conocimiento, tanto por lo que se refiere a las ciencias religiosas como a las profanas. Hay también relaciones biográficas dedicadas a recoger ese protagonismo femenino en el mundo de la cultura, tales como la de Maslama b. al-Gasim y Abu Dawud al-Muqri. Dichas relaciones incluyen ciento dieciséis nombres de mujeres que destacaron en alguna de las ramas del saber: poetisas, lexicógrafas, copistas, gramáticas, ascéticas, juristas, matemáticas, médicas y astrónomas. De todas ellas, el grupo más numeroso es el de las que se dedicaron a la poesía.

El caso de las poetisas de al-Andalus merece una consideración aparte, por lo que representa de aportación de las mujeres a la cultura andalusí y a la vez por resultar significativo, como florecimiento de un mundo femenino particular y vuelto sobre sí mismo. De las 116 mujeres recogidas por la profesora Mª Luisa Avih, cuarenta y cuatro cultivaron la poesía, en mayor o menor medida, con mayor o menor dedicación, dentro o fuera de un contexto de cultura literaria global. Se trata de una proporción ciertamente alta, que viene a confirmar la tradición musulmana que asigna a la mujer cualidades especiales para la práctica de la música y la poesía. En efecto, son las artes a las que más debe su esplendor la civilización islámica en general y la cultura andalusí en particular. De la mayoría apenas sí contamos con unas pocas líneas, que han quedado como testimonio de su quehacer literario. Otras han pasado a formar parte de la imagen ampliada de unas mujeres que dejaron huella en la vida cultural andalusí y sirven de referencia casi obligada, y no solamente en un contexto exclusivamente femenino, sino general.

Solo hay datos de algunas mujeres a las que se calificó como médicas. De ellas sabemos que estudiaron con hombres de su familia, que algunas fueron favorecidas con el cargo de médica de las mujeres y los niños del califa y que una, Umm Amr bt Abí Marwan Ibn Sur (m.602/1205) era consultada respecto de las enfermedades de los hombres, pero no trataba con ellos.[Manuela Marín 2000- p.296]

La nodriza era contratada por aquellas mujeres que no podían amamantar o que por su condición social no deseaban hacerlo. El trabajo tiene importancia legal pues el parentesco de leche se asimilaba al natural, por lo tanto el matrimonio entre un hombre y una mujer que hubieran sido amamantados por la misma nodriza, era nulo. Tampoco el niño amamantado puede casarse con su nodriza ni con parientes directos de ella. Estas mujeres debían reunir un excelente estado físico, pero también era indispensable que fuera profundamente religiosa y de buenas costumbres.

La qabila o comadrona no se dedicaba solamente a asistir durante el parto, sus servicios se extendían al ámbito legal pues era llamada a testificar en el caso de que un niño muriera al nacer o para verificar si una mujer estaba embarazada o no. Ambos casos están relacionados con los derechos de herencia. Otra función era la de albergar en su casa a las mujeres que estaban condenadas a presidio: en este caso, su salario era pagado por el Tesoro Público.

Una mujer de elevada posición también tenía derecho de poseer servidumbre que debía ser pagada por su marido. El salario de una sirvienta incluía, además del dinero, su alimento, ropa para trabajar y para salir de la casa, además de alojamiento. No estaba bien visto que un hombre sin esposa tuviera sirvientas.

Otro oficio es el de lavandera. Se estableció que no podían reunirse cerca de los puntos donde se tomaba el agua para abastecimiento de la ciudad pues podían ensuciarla, pero lo más importante era que se ubicaran en algún recodo del río o allí donde hubiera vegetación o construcciones que las ocultaran para que no fueran vistas por los barqueros

El arte de la caligrafía, en cuya perfección destacaron varias mujeres sabias de al-Andalus, llegó en tiempos posteriores a virtuosismos como el representado en esta lámina, donde las letras que significan el contenido del credo islámico se ordenan para formar dibujos. En: Mujeres en al-Andalus. Reflejos históricos de su actividad y categorías sociales. UAM 1989

La katiba era aquella mujer que al poseer educación, conocimientos caligráficos y minuciosidad, era capaz de copiar ejemplares del Corán e incluso encargarse de escribir cartas. Algunas (las menos) procedían de familias de ulemas, por lo que es de suponer que, por un lado, su situación económica era lo suficientemente holgada como para permitirles dedicar tiempo y esfuerzo al estudio y por otro, el ambiente cultural en el que crecieron era el indicado para incentivarlas.

A las mujeres dedicadas a la enseñanza se las denominaba adiba. Enseñaban el Corán (muaddibat al-Quran), generalmente a niñas y a mujeres. Se sabe de una, llamada Umm Surayh (S V/XI) que enseñaba oculta detrás de una cortina y otra, Sayyida bint Abd al-Gani ben Alí (S VII/XIII), que enseñó en los palacios reales. Se sabe que dos enseñaron a niños de su familia y una, Tuna bint Abd al Aziz (434/1042-506/1112) que transmitió a su esposo lo que había aprendido. [María Luis Ávila 1986-pp.144/145]

En la historia del reino nazarí de Granada hubo mujeres que traspasaron el umbral del harén para ejercer importantes papeles en distintos ámbitos de la corte. Tal fue, en concreto, el caso de la sultana Fāṭima bint al-Aḥmar (m. 749/1349), hija del emir Muḥammad II, quien puede ser considerada la primera fémina conocida de esta estirpe en participar en los asuntos políticos del reino, dada la gran influencia que esta mujer llegó a ejercer en el ámbito político.

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