El origen del reino nazarí y de la Alhambra
Se diría que la propia existencia del Reino Nazarí es inexplicable, cuando en los treinta años anteriores más de las tres cuartas partes de la España musulmana había pasado a manos cristianas.
La fundación del Reino Nazarí no hubiera sido posible sin una personalidad como la del fundador, el emir Muḥammad I que pertenecía por línea materna a la familia de los Banū Naṣr, era conocido por el apodo de Ibn al- Aḥmar.
Fue proclamado en 1232, emir por sus conciudadanos de Arjona (Jaén) y cinco años más tarde en 1238, se producían tres adhesiones Granada, Málaga y Almería, eligiendo Granada como capital e instalándose en el Albaizín en el palacio zīrí de Bādīs b. Hābūs. Muḥammad I encuentra una Granada que vivía un clima de revueltas y de tensión social.
En 1246, Fernando III sitia la ciudad de Jaén. Muḥammad I comprobó que lo mejor era capitular, daba la ciudad por perdida y necesitaba un acuerdo que le permitiese salvaguardar tanto su honra como la integridad de su territorio. Este Tratado de Jaén ha llegado a ser definido como “el acta de nacimiento del emirato granadino”, es el verdadero pilar sobre el que se asentó la constitución del Reino Nazarí como estado soberano; permite la consolidación y fijación de las fronteras y el desarrollo creciente de la dinastía.
Muḥammad I pronto traslada su residencia al monte de la Sabika, con una ubicación de privilegio con respecto a Granada; su gran elevación permitía dominar la medina y sus arrabales, así como poder controlar desde la lejanía, cualquier ataque enemigo que se pudiera producir. Donde se asentaban unas construcciones defensivas existentes desde el siglo XI que respondían ya al nombre de “Alhambra”, llevó el agua e inicio las construcciones que convierten a la Alhambra en la ciudad palatina del sultanato nazarí.
Días 5 y 19
Lugar: Museo de la Alhambra, Palacio Carlos V
Horario: 12 h