Borges y la Alhambra
Entre los ilustres visitantes de la Alhambra podemos nombrar a la figura de Jorge Luis Borges, cuando en 1976, aprovechando una breve estancia en Granada, anduvo por entre las murallas y torres bermejas del palacio nazarí. Aquel recorrido, casi místico, fue para Borges, así lo confesaba el mismo, “una revelación de lo perfecto”. Y como no podía ser de otra forma, su alma de poeta le alentó, una vez más, a transformar una experiencia vital en simples palabras inmortales que descansan serenas sobre la blancura del papel. En aquel tiempo, a la edad de 78 años, el escritor padecía una severa ceguera que apenas le permitía distinguir la luz entre las sombras. Uno de sus sentidos había sido mutilado, pero eso no le impidió interpretar al monumento en todo su esplendor. La Alhambra ofrece una experiencia sensorial de tal calibre que abruma al viajero e inspira al poeta.
Con la agudeza excitada de sus otros cuatro sentidos, Borges fue desgajando los significados de la Alhambra: escuchó los cánticos del agua; acarició las formas redondeadas de sus columnas y las aristas de sus murallas; el sabor de los granados que viajan por el aire y el olor a jazmín que embriaga al olfato. Un poema intuitivo que nos hace viajar, de la mano del poeta, a la época de los zéjeles, cuando Boabdil comparte con nosotros lo eterno y lo efímero, la pérdida y la soledad que Borges supo ver sin sus ojos suspendida como pequeñas gotas de rocío entre los gruesos muros de la Alhambra. Objeto de múltiples estudios, el poema es analizado de forma magistral por María Adela Renard en el artículo que os proponemos, publicado en la revista literaria Barcarola a propósito de un dosier sobre Borges y su encuentro con España. En él nos ayuda a comprender mejor el significado contenido bajo sus versos, trasladándonos así una interpretación distinta de la Alhambra que seguro asaltará nuestros sentidos y desatará nuestras emociones.
A L H A M B R A
Grata la voz del agua
a quien abrumaron negras arenas,
grato a la mano cóncava
el mármol circular de la columna,
gratos los finos laberintos del agua
entre los limoneros,
grata la música del zéjel,
grato el amor y grata la plegaria
dirigida a un Dios que está solo,
grato el jazmín.
Vano el alfanje
ante las largas lanzas de los muchos,
vano ser el mejor.
Grato sentir o presentir, rey doliente,
que tus dulzuras son adioses,
que te será negada la llave,
que la cruz del infiel borrará la luna,
que la tarde que miras es la última.
Granada, Historia de la noche (1977) En: Renard María Adela. Borges y España. El poema Alhambra en su contexto. Barcarola, revista de creación literaria, nº 70, junio 2007, Albacete.
Texto: José Antonio Heredia Aguilar (Graduado en Filología Hispánica)