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DEL PATRONATO DE LA ALHAMBRA Y GENERALIFE

29 noviembre 2021

Juan Ramón Jiménez y la Alhambra

Una fugaz visita es suficiente para crear poesía

Juan Ramón Jiménez, premio Nobel de Literatura, es considerado por muchos como el maestro de la poesía española del siglo XX. Un poeta de alma y pensamiento, con una sensibilidad extrema, que inició un proceso de depuración de la expresión poética, buscando en ella la esencia y que dio lugar a la celebrada corriente estética denominada “poesía pura”, muy influyente en los inicios de la Generación del 27, entre ellos el granadino Federico García Lorca.

Fue éste el que invitó a su maestro en 1924 a pasar unos días en su querida Granada. Juan Ramón Jiménez y su esposa Zenobia Camprubí aceptarían la oportunidad de comprobar las bellezas de tan elogiada ciudad. Tuvo Juan Ramón anfitriones de lujo, Federico y su hermana Isabel, junto al famosísimo compositor Manuel de Falla que hicieron de cicerones en tan poética y fugaz visita.

El poeta y su esposa se hospedaron en el Gran Hotel París, situado en la Gran Vía, cerca de la Catedral. Los artistas recorrieron juntos los lugares emblemáticos de Granada, entre ellos, por supuesto, la diadema que corona la ciudad, los palacios de la Alhambra.

“Granada me ha cogido el corazón. Estoy herido, como convaleciente” (Juan Ramón Jiménez)

Tal experiencia le provocó al poeta una conmoción creativa. La belleza evocadora de la Alhambra despertó los recuerdos de su infancia, cultivados como flor en los jardines y alimentados con las mieles cristalinas del agua.

Juan Ramón Jiménez se marchó de Granada pero su poesía ya nunca pudo olvidar la ciudad y su Alhambra. Por lo que en los años siguientes escribió sobre ella, recogiendo sus impresiones, anécdotas y recuerdos, publicándolos juntos en un libro titulado Olvidos de Granada (1960).

La obra gira en torno a un poema central, titulado Generalife, el cual dedica a la hermana de Lorca, la pequeña Isabel, a la que llama cariñosamente “hadilla del Generalife”. El poema es un romance del agua, por el agua y para el agua. Y es que el poeta encontró en este líquido incoloro portador de vida un tema y motivo recurrente para su poesía. No podía por tanto ignorar los significados que el agua tiene en la Alhambra.

Así se refería Antonio Carvajal Milena cuando nos hablaba del agua como símbolo poético: “Juan Ramón Jiménez levanta al agua el mayor monumento lírico de nuestra cultura, su romance,Generalife. He aquí, sabiamente distribuidas, las rimas básicas del agua: lágrimas, alma, plata. Supe qué es la poesía cuando leí este romance. Conocía el Generalife prácticamente en todos sus estados de estación y de hora: no lo conocía, no lo había oído, olido, percibido en su color y su temperie, tocado en su fertilidad mudable hasta que el verbo juanramoniano me lo encarnó: había estado en aquel ámbito, pero no supe vivirlo al no tener la palabra. ¡Tener la palabra, el nombre exacto y conseguido de los nombres, como pedía y buscó el poeta de Moguer!?

Patio del Ciprés de la Sultana

Poema Generalife
A Isabel García Lorca, hadilla del Generalife

Nadie más. Abierto todo.
Pero ya nadie faltaba.
No eran mujeres, ni niños,
no eran hombres, eran lágrimas
— ¿quién se podía llevar
la inmensidad de sus lágrimas?—
que temblaban, que corrían
arrojándose en el agua.
…Hablan las aguas y lloran
bajo las adelfas blancas;
bajo las adelfas rosas,
lloran las aguas y cantan,
por el arrayán en flor,
sobre las aguas opacas.
¡Locura de canto y llanto,
de las almas, de las lágrimas!
Entre las cuatro paredes,
Penan, las llamas, las aguas;
las almas hablan y lloran,
las lágrimas olvidadas;
las aguas cantan y lloran,
las emparedadas almas.
…¡Por allí la están matando!
¡Por allí se la llevaban!
—Desnuda se la veía. —
¡Corred, corred, que se escapan!
—Y el alma quiere salirse,
mudarse en mano de agua,
acudir a todas partes
con palabra desatada,
hacerse lágrima en pena,
en las aguas, con las almas…—

¡Las escaleras arriba!
¡No, la escalera bajaban!
—¡Qué espantosa confusión
de almas, de aguas, de lágrimas;
qué amontonamiento pálido
de fugas enajenadas!
…¿Y cómo saber qué quieren?
¿Dónde besar? ¿Cómo, alma,
almas ni lágrimas ver
temblorosas en el agua?
¡No se pueden separar;
dejadlas huir, dejadlas!—
…¿Fueron a oler las magnolias,
a asomarse por las tapias,
a esconderse en el ciprés,
a hablarle a la fuente baja?
…¡Silencio, que ya no lloran!
¡Escuchad! Que ya no hablan.
Se ha dormido el agua y sueña
que la desenlagrimaban;
que las almas que tenía,
no lágrimas, eran alas;
dulce niña en su jardín,
mujer con su rosa grana,
niño que miraba el mundo,
hombre con su desposada…
Que cantaba y que reía…
¡Que cantaba y que lloraba,
con rojos de sol poniente
en las lágrimas más altas,
en el más alto llamar,
rodar de alma ensangrentada!
¡Caída, tendida, rota
el agua celeste y blanca!
¡Con qué desencajamiento,
sobre el brazo se levanta!
Habla con más fe a sus sueños,
que se le van de las ansias;
parece que se resigna
dándole la mano al alma,
mientras la estrella de entonces,
presencia eterna, la engaña.
Pero se vuelve otra vez
del lado de su desgracia;
mete la cara en las manos,
no quiere a nadie ni nada,
y clama para morirse,
y huye sin esperanza.
…Hablan las aguas y lloran,
lloran las almas y cantan.
¡Oh qué desconsolación
de traída y de llevada;
qué llegar al rincón último,
en repetición sonámbula;
qué darse con la cabeza
en las finales murallas!
—…En agua el alma se pierde,
y el cuerpo baja sin alma;
sin llanto el cuerpo se va,
que lo deja con el agua,
llorando, hablando, cantando,
con las almas, con las lágrimas
del laberinto de pena,
entre las adelfas blancas,
entre las adelfas rosas
de la tarde parda y plata,
con el arrayán ya negro,
bajo las fuentes cerradas.

Bibliografía
Carvajal Milena, A. (2006). El agua en verso (Notas para una lectura de poemas). Balnea, Universidad Complutense de Madrid, pp. 11-24. Recuperado de http://revistas.ucm.es/index.php/ANHM/article/view/ANHM0606120011A/15293
Jiménez, Juan Ramón (1960). Olvidos de Granada (1924-1928). Madrid. Visor Libros, 2008. (Prólogo de Rosaura Álvarez).
Pino, R. del (2005). “Juan Ramón Jiménez. El camino de espejos de un solitario”. La Opinión de Granada, p. 33. Recuperado de http://www.manueldefalla.com/pdfs/pdf130316134428_139.pdf

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