Diseño, construcción y restauración de la armadura dodecágona de la iglesia de San Gil
La custodia, la conservación y la restauración de la colección de Piezas del Museo de la Alhambra ha permitido la detección de una serie de ellas que presentan una relación inequívoca entre sí y cuyo carácter es excepcional. Se trata de un conjunto de elementos arquitectónicos de madera de tradición hispanomusulmana que, aunque desubicados de su emplazamiento original, permanecían conservados en el museo. Estas piezas, de carpintería de lo blanco, formaban parte de una armadura apeinazada dodecágona de la desaparecida iglesia de San Gil. Unas piezas que nos encontramos desmontadas, desensambladas e incompletas, que han requerido de su restauración para devolver la integridad física de cada una de ellas, la unidad potencial de la obra de arte, en el marco de los criterios de restauración, y su significado histórico-artístico.
San Gil, una de las más bellas parroquias de Granada, fue erigida en 1501, y unos de los mayores atractivos del templo eran las armaduras mudéjares. Destacaba la de la cabecera, una gran armadura octogonal de cinco paños, que cubría una luz de casi diez metros, realizada entre 1543 y 1549 por el maestre Miguel. Este mismo autor, con la colaboración de Martín de Escobar y Mateo Gutiérrez, cubrieron la nave y las demás capillitas y salas, una de ellas con la armadura dodecágona que se ha restaurado.
En el siglo XIX, Granada es sometida a una serie de proyectos de trasformación urbanística, para cambiar una ciudad antigua a otra más moderna, ordenada y saludable. Entre los proyectos destacan la apertura de la calle Gran Vía de Colón, el embovedado del Darro hasta su encuentro con el Genil y el proyecto de alineación de la Plaza Nueva en 1862. Este último implicó, por una parte, la unificación de tres plazas consecutivas, como la Plaza de Santa Ana, la Antigua Plaza Nueva y la Placeta de San Gil; y por otra, el derribo del templo de San Gil en 1868, a pesar de la oportuna protesta de la Comisión de Monumentos. Ésta pudo rescatar los elementos más importantes, que se diseminaron entre el Museo de Bellas Artes de Granada, el Museo Arqueológico Provincial y el Museo de la Alhambra, al que llegaron las armaduras, aunque incompletas.
Esta clase de armaduras eran realizadas por artesanos organizados dentro del sistema gremial, regulado en Granada por el Capítulo de Carpinteros de las Ordenanzas de 1528. Solo podían ser ejecutadas por carpinteros de lo blanco, con el grado de maestría de geómetra o de lacero. Para su elaboración era necesario la aplicación de unos utensilios y procedimientos de trazado, proporcionado y diseño, que requerían un conocimiento profundo y concreto, a su vez, de los cartabones de armar, de los cartabones de lazo, así como de la muestra y la montea. Todos ellos ayudaban a materializar de manera empírica procesos y cálculos complejos, que para la restauración de este tipo de obra, también resultan imprescindibles.
La armadura dodecágona estaba incompleta, había perdido un paño y medio, el estribado y el arrocabe. Las alteraciones de las piezas de madera habían sido causadas por las condiciones de ubicación en obra, la exposición a los factores atmosféricos, la humedad provocada por recalos y goteras, agentes biológicos y la acción humana derivada de la mala manipulación y de hechos accidentales.
Su conservación y restauración se ha fundamentado en los criterios de intervención que recoge la legislación vigente y las recomendaciones internacionales (ICOMOS), como son la utilización de métodos y técnicas tradicionales, la restauración de la función que le es inherente y de su concepción original, la utilización para la restauración volumétrica y prótesis de la misma clase de madera, de igual o mejor calidad, así como el empleo de técnicas de trazado, proporcionado y ensamblaje que son propias de la carpintería de lo blanco, aunque distinguibles de los fragmentos originales.
Esta intervención se centró en conservar el significado histórico artístico de la armadura, en devolver la integridad física y estética de cada una de las piezas, y en recuperar las características volumétricas originales de aquella, permitiendo su legibilidad. Y dado que toda armadura forma una unidad, a partir de la suma de todas sus piezas modulares, su restauración ha logrado su visión completa y no como piezas desordenadas de un puzle.
Autora: Gloria Aljazairi López