Bordillo funerario R 1318
Este mes de febrero el historiador del arte Gaspar Aranda Pastor presenta el estudio de un lujoso bordillo de cerámica vidriada, epigrafiado, posiblemente procedente de la ciudad palatina de la Alhambra, así como, por extensión, de una parte no muy conocida del ritual funerario musulmán en el período nazarí.
Es una pieza de singular interés histórico-artístico por tratarse de un ejemplar único entre los muy escasos bordillos funerarios de cerámica vidriada que subsisten en el Museo de la Alhambra. El relativo buen estado de conservación en que se encuentra permite apreciar: 1) Su morfología prácticamente completa, de ladrillo rectangular apaisado, de dimensiones más bien reducidas y provisto de la mortaja, o hueco en el que se encajaba otro bordillo perpendicular a él, para conformar la esquina del bastidor que delimitaba la tumba. 2) La parte alta de sus dos caras y el canto superior vidriados, mientras que la parte de abajo quedó sin vidriar, pues era la que se introducía en la tierra. 3) La técnica con que fue decorado, la más lujosa de la cerámica andalusí: en blanco, azul y reflejo dorado. 4) Los motivos ornamentales, en bandas horizontales, que el artista seleccionó para embellecer la superficie: epigrafía cúfica, cintas en zigzag y ataurique. Y todo ello pese a evidenciar un considerable fallo técnico, con el corrimiento de los colores vítreos, ocasionado durante el proceso de elaboración.
Respecto al contexto funerario original de este bordillo cerámico, no se tienen referencias seguras y claras, pero a tenor de ciertos indicios cabe la posibilidad de que fuera hallado en la Alhambra y de que procediera de uno de los dos cementerios nazaríes aquí existentes. Bien conocidos son, por el contrario, los innumerables bordillos funerarios de piedra encontrados en la ciudad palatina.
No obstante, es en la ciudad de Málaga donde se han descubierto con profusión ejemplares de la tipología de cerámica vidriada, concretamente en las intervenciones arqueológicas realizadas en el extenso cementerio andalusí al pie del monte Gibralfaro. Aparecen unidos horizontalmente en serie delimitando el perímetro rectangular de las llamadas tumbas de bastidor, cuyas cabeceras y pies suelen aparecer marcados con estelas “de orejas” –por sus dos pequeños apéndices superiores–, también realizadas en cerámica vidriada.
Estas tumbas, marcadas y delimitadas, estarían destinadas al enterramiento de personajes de cierta relevancia sociorreligiosa musulmana del momento. La práctica real de señalar y ornamentar las tumbas pondría en evidencia que no siempre se cumplía con la teoría de la ley islámica y de cierto ḥadīt, cuya aplicación más estricta condenaba tales costumbres.