Generalidades sobre las tinajas andalusíes
Sin pretensión de ser exhaustivos, los grandes vasos prehistóricos, el pithos minoico, la dolia romana, la jābīya andalusí (tinaja en árabe clásico), o la alfabia y tinaja moderna y contemporánea, muestran al gran contenedor cerámico con gran tradicionalismo en formas y decoraciones, pero también con multitud de variantes regionales y temporales. Especialmente diseñado para el almacenamiento, también ha sido usado como frigorífico, como elemento elitista de gran valor estético e, incluso, como urna funeraria.
En al-Andalus, la jābīya fue un elemento esencial en las viviendas andalusíes. Se destinó principalmente al almacenamiento de agua, indispensable para el sustento humano, ya sea bebida o como parte integrante en las funciones de preparación y elaboración de alimentos.
El abastecimiento de agua en las medinas andalusíes se realizaba fundamentalmente a través de redes de acequias y canalizaciones, siendo constante su aprovisionamiento en el caso de alcazabas, baños e industrias. En algunas ciudades, como Granada, existió un sistema de aljibes públicos que permitió a la población abastecerse, mientras que en otras cobró especial importancia la figura del aguador. En las viviendas lo habitual fue la disposición de una o varias tinajas donde se almacenaba el agua, transportada en grandes jarras de acarreo desde aljibes, fuentes o ríos.
Las tinajas son un magnífico ejemplo de la maestría y el conocimiento práctico de la cultura andalusí, y en particular de sus alfareros. Su específica morfología y características –sobre todo la falta de tratamientos vidriados–, les permitían actuar como filtros y elementos de refrigeración: los poros de la pasta cerámica posibilitan la filtración de agua, que rezuma al exterior limpia de impurezas; el rezumado a su vez produce un intercambio de masa por evaporación que mantiene el agua fresca e incluso la enfría. Dado que el enfriamiento se produce a costa de la evaporación, se redujo la superficie de contacto con el suelo mediante bases con pequeños diámetros.
Cuando la porosidad del barro pudo ser un inconveniente de cara al almacenamiento de un determinado alimento, como el aceite, la aplicación de una cubierta vítrea al interior de la vasija se tornaba como una solución eficaz que aportaba impermeabilidad.
También se pudieron acopiar alimentos sólidos, como granos, frutos secos, semillas, etc., e incluso guardar en su interior enseres y parte del ajuar de la vivienda.
Está poco atestiguado su uso en artesanías e industrias en la etapa andalusí, pero el precedente romano y la continuidad enépoca moderna de las tinajas encastradas en el suelo para almazaras, tenerías, etc., hacen muy probable un uso similar en el período medieval. En este sentido, las tinas pudieron ser bastante útiles.
Si se ha documentado la presencia de tinajas en barcos andalusíes como medio de almacenamiento durante el transporte.
El tamaño fue variable pero suelen alcanzar alturas de cerca de un metro (70-90 cm.). Los cuerpos, con forma globular, ovoide o de tendencia piriforme, ocupan las ¾ partes totales de la pieza y tienen un diámetro en torno a los 60-80 cm. Los cuellos son cortos y cilíndricos o altos, variando éstos últimos entre los troncocónicos invertidos (acampanados) y otros de tendencia más recta. Los bordes suelen ser engrosados al exterior, de secciones o perfiles diversos, sobre todo cuadrangulares y redondeados. Las bases son planas y con un diámetro muy reducido. Algunos ejemplares custodiados en el Museo de la Alhambra presentan asas de tipología variada que se disponen sobre los hombros, en contacto o no con el cuello, destacando una muy llamativa, las llamadas “aletas de tiburón”.
Es frecuente que algunas tinajas tengan asientos para tapaderas que optimizarían la conservación del contenido, ya sobre la parte superior del borde gracias a una inflexión central o en la cara interna del cuello mediante una moldura.
Ante el rezumado y para evitar la formación de charco por la evaporación, la tinaja se situaba sobre los reposaderos o reposatinajas que además de acopiar el agua exudada por estas vasijas, funcionaban como soportes aportando estabilidad y ornato.
Fig. 1. Tinajas y reposaderos expuestos en la Exposición Permanente del Museo de la Alhambra
Tradicionalmente, el gran tamaño de las tinajas suponía dificultades técnicas en su elaboración, por lo que existía un oficio concreto, el del tinajero, e incluso había alfares y hornos exclusivos para el urdido y cocción de tinajas. Por lo general, primero se hacía la base del recipiente, unas veces a mano, otras a torno, para posteriormente realizar el cuerpo. Si bien las tinajas de pequeño tamaño podrían elaborarse totalmente en el torno, la técnica tradicionalmente más usada ha sido la llamada de rollos, churros o colombines, que consistía en levantar a mano el cuerpo mediante tiras de barro enrolladas. A pesar de ser uno de los procedimientos más primitivos para la fabricación de vasijas de barro, actualmente es el más empleado para la confección de grandes recipientes cerámicos, ya que permite al alfarero trabajar sin limitaciones de peso, grosor o tamaño de las piezas. En distintos alfares españoles se pueden rastrear las distintas técnicas de urdido a mano: estático (con el alfarero sentado sin movimiento, la más primitiva); de pie (con el alfarero girando alrededor de la tinaja); y a torno (ayudándose del torno mediante el uso de la rueda o torneta, o el empleo del torno alto).
Al cuerpo se adherían las asas, realizadas manualmente, y el cuello, modelado previamente en el torno. En algunas tinajas, sobre todo las que portan cuellos más altos y estilizados, se advierte el añadido en la zona de unión de molduras de refuerzo que fortalecían la ligazón.
Finalmente se alisaría completamente la superficie exterior para eliminar imperfecciones, siendo habitual la aplicación de una capa de engobe.
Previamente a la cocción del recipiente en el horno se dejaban secar en el mismo lugar donde habían sido confeccionadas. Ante su gran volumen, la escasa movilidad debió realizarse por medio de cordajes y ramales (cinturones de fibra vegetal) que permitieran desplazarlas o elevarlas y amarrarlas a las bestias que las transportarían. Algunos elementos de aprehensión ayudarían a esta labor.
Antes de la cocción, aún con el barro fresco, la tinaja podía recibir tratamientos decorativos. El más habitual y antiguo en el mundo andalusí, ya atestiguado desde época emiral, consistía en la aplicación de distintos elementos sobre la superficie húmeda de la pieza. Generalmente son bandas o cordones, comúnmente denominados refuerzos, que se distribuyen de forma horizontal a lo largo del cuerpo y suelen llevar una decoración impresa imitando cordadas. Estos elementos además ayudaban al agarre y sujeción de los cordajes.
En el Museo de la Alhambra el estampillado es la técnica más atestiguada en los ejemplares conservados. A partir de mediados del siglo XII se generaliza con la presencia de diseños ornamentales muy variados, continuando durante la etapa nazarí. Esta decoración era realizada por el alfarero dejando la impronta de un cuño o estampilla reiteradas veces sobre el barro crudo de la pieza (en estado de cuero). Por lo general se establecía en bandas o registros horizontales paralelos de diferente anchura –en ocasiones verticales–, y se distribuía por todo el cuerpo, o en la mitad superior (hombros), parte del cuello y asas.
Fig. 2. Distribución de los motivos decorativos en tinajas del Museo de la Alhambra
Otras técnicas decorativas documentadas en las tinajas islámicas del Museo de la Alhambra, ya sea de forma aislada o combinada, son la incisión, la impresión y la talla. En general todas estas técnicas decorativas fueron las habituales en la producción tinajera andalusí, constituyéndose hoy día como tradicionales en la tinajería española.
Menos habitual es la técnica de la cuerda seca parcial, ya que si bien se empleó con profusión en la vajilla doméstica andalusí desde el siglo XI, su uso fue menos frecuente en las tinajas, reservándose al cuello como puede verse en un fragmento del Museo de la Alhambra o en una tinaja custodiada en el Museo de Mallorca.
Fig. 3. Ejemplos de técnicas decorativas constatadas en tinajas del Museo de la Alhambra
Y es que existieron fórmulas decorativas aplicadas a la tinajería que se repitieron y extendieron por toda la geografía de al-Andalus, mientras que otras se utilizaron de forma menos frecuente o fueron representativas de centros productores o determinadas zonas. Es el caso de las tinajas andalusíes documentadas en intervenciones arqueológicas realizadas en el municipio de Lorca, que presentan una ornamentación estampillada en el cuerpo y un cuello pintado en negro (manganeso) y esgrafiado para formar motivos esencialmente epigráficos. Los hallazgos, datados entre finales del siglo XII y la revuelta de los mudéjares (1264-1266), han aportado datos para afirmar una producción local que se enmarca en el contexto del abundante uso de la decoración esgrafiada en el área murciana.
A este respecto, son muy interesantes otros fragmentos de tinajas hallados en la misma ciudad y decorados con la estampilla QUESADA. Se trata de cuños que fueron utilizados por los alfareros para identificar su producción en el mercado, hecho que indica claramente la producción de estos recipientes en esta localidad jienense, así como su dispersión comercial por el ámbito murciano.
Algunos ejemplares tuvieron amplias pretensiones de exorno y recibieron vidriados sobre sus superficies estampilladas. En el Museo de la Alhambra se conservan tinajas que portan un vidriado monocromo verde que cubre la decoración estampillada (estampillado bajo cubierta) y que sólo ocupa la mitad superior del recipiente (parte del cuello y hombros).
Los motivos decorativos de las tinajas son muy variados: geométricos (trama romboidal, círculos, líneas paralelas y diagonales, espirales, estrellas, etc.); vegetales (palmetas, elementos florales, atauriques, etc.); epigráficos; arquitectónicos (arquitos polilobulados, arquitos de herradura, etc.); profilácticos (mano de Fátima, llave del paraíso, etc.) y figurados, especialmente zoomorfos (gacelas enfrentadas, aves, etc.).
Fig. 4. Ejemplos de motivos decorativos zoomorfos documentados en tinajas del Museo de la Alhambra
Los motivos epigráficos jugaron un papel primordial destacando eulogias(al-mulk –el poder–, o al-yumm–la prosperidad, la felicidad–, etc.), utilizadas con larga tradición en el mundo andalusí. El agua, fácilmente corrompible, era vehículo de los genios maléficos que en la mentalidad popular producen la enfermedad; por ello, era necesario protegerla con estos símbolos de valor profiláctico, muy presentes en las tinajas.
Fig. 5. Ejemplos de motivos decorativos profilácticos documentados en tinajas del Museo de la Alhambra
Según el tipo de tinaja, de la función que cumpliera y de su tratamiento decorativo, pudieron emplazarse en distintas ubicaciones. En general, las estrategias para aumentar la velocidad de evaporación, y por tanto el enfriamiento del contenido, dependían de la colocación de las tinajas a la sombra y en un lugar ventilado. En este sentido, los pórticos se constituyen como el lugar de la vivienda más idóneo (Fig. 6). Las más sencillas a nivel decorativo, con carácter netamente de almacenaje, se localizarían en el ámbito de la cocina o en habitaciones dedicadas al almacenamiento, incluso embutidas en el suelo. Las de mayor riqueza ornamental tuvieron un marcado valor decorativo y se ubicaron en lugares visibles, posiblemente cerca del patio.
Fig. 6. Recreación de tinaja con reposadero y pileta en el pórtico de una vivienda andalusí (Pablo Pineda, 2013)
Algunas piezas poseyeron una función ritual y un destino dedicado al almacenamiento del agua necesaria para el rito de la ablución que todo musulmán realiza previamente a la oración. Junto con el uso de reposaderos y piletas o aguamaniles de distinta tipología y relevancia ornamental, el agua filtrada por la tinaja quedaría recogida en los reposaderos, de donde, a través de un pitorro, vertiría a piletas. Estos recipientes rituales podrían ubicarse en unos espacios concretos, tinajeros o cuartos de abluciones: pequeñas dependencias abiertas al patio que han sido documentadas en Siyâsa, Cieza (Murcia) y posiblemente en el Castillejo de Los Guájares (Granada).
Determinados “jarrones” especialmente decorados han sido considerados, desde la China antigua, la Grecia clásica o la Roma imperial, hasta incluso la Europa renacentista, como elementos de ornato arquitectónico, de prestigio social y con alto carácter simbólico.
En al-Andalus, en particular en el reino nazarí de Granada, estos valores, o algunos de ellos, fueron representados por los denominados jarrones de la Alhambra, fechados entre los siglos XIV y XV. Sus cubiertas doradas y combinadas con azul representan la síntesis de las técnicas orientales y andalusíes, culmen de la alfarería medieval y símbolos del poder y del lujo de la dinastía nazarí. Morfológicamente son el estado final de un marcado proceso de evolución hacia la estilización acaecido en determinadas tinajas. Desde las formas almohades, de menor altura, cuerpos globulares con cuellos cortos pero ya acampanados y pequeñas asas de aleta de tiburón (Fig. 1), se produjeron piezas de mayor altura, con cuerpos de formas más esbeltas (Fig. 7.A) y gran desarrollo de las asas de aleta. Comienzan a generarse estilizados cuellos (Figs. 7.B a E) que ya presentan algunos rasgos decorativos propios de los jarrones de la Alhambra, como las estrías o nervaturas verticales en relieve y bordes proyectados con volutas ondulantes y recortes semicirculares7 (Fig. 7.E). Además, se plasman en las tinajas composiciones decorativas verticales que pronuncian la estilización y que pueden observarse en jarrones como el de Hornos o el conservado en el Museo Arqueológico y Etnológico de Granada (Fig. 7.F).
Fig. 7. Ejemplos de cuerpos y cuellos de tinajas nazaríes del Museo de la Alhambra que presentan evolución en rasgos morfológicos y composición decorativa hacia los jarrones de la Alhambra
A pesar de este rasgo evolutivo señalado, en general la tinaja es un objeto con escasa evolución tipológica a lo largo de la Edad Media y pocas variantes en toda la geografía de al-Andalus, por lo que esta referencia al “tipo” ha tenido poco valor como indicador cronológico si no va acompañada de un estudio más global que afecte al análisis de las técnicas decorativas y al estudio de los motivos y diseños ornamentales. Resulta complicado diferenciar la adscripción entre las etapas almohade y nazarí si el material no ha sido hallado en determinados contextos arqueológicos. Es el caso de algunas tinajas del Museo de la Alhambra, con distintas procedencias y formas de adquisición.
Por otra parte, conforme se producía el avance cristiano sobre al Andalus, y fundamentalmente en la Baja Edad Media, los alfareros mudéjares continuaron fabricando tinajas a partir de modelos de filiación islámica, con técnicas, morfologías y repertorios ornamentales tradicionales que, por el momento, son difícilmente distinguibles de las producidas en los centros musulmanes de al-Andalus. De hecho, en ciudades como Toledo, Córdoba o Sevilla, se elaboraron tinajas bajomedievales con formas y técnicas decorativas –sobre todo estampillados–, que se confunden fácilmente con las andalusíes.
En este sentido, es necesario destacar que la confección de tinajas se ha realizado en la historia siguiendo procesos técnicos tradicionales que apenas han variado hasta nuestros días, como puede comprobarse actualmente en algunos centros productores de tinajas españoles. También es muestra de ello la colección del Museo de la Alhambra, que guarda ejemplares de difícil adscripción cronológica (Fig. 8).
Fig. 8. Ejemplo de tinaja del Museo de la Alhambra cuya adscripción cultural puede resultar complicada. Se observan dos tinajas similares en rasgos morfológicos y técnicos, así como en sus dimensiones e incluso detalles decorativos. La tinaja de la izquierda ha sido fechada como nazarí, mientras que la de la derecha procede con probabilidad del alfar contemporáneo de Caravaca de la Cruz (Murcia), ver en ROMERO, A. y CABASA, A. (1999) La tinajería tradicional en la cerámica española. Barcelona: CEAC, p. 381
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