La Alhambra, espacio para el recuerdo
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La Alhambra es para recordar y a su vez un libro de recuerdos. A lo largo de la historia se ha ido poblando de hechos históricos, de hazañas heroicas, de poesía, de música, de nombres ilustres que jalonan sus muros.
La magia de su arquitectura ha sido objeto de fotógrafos profesionales y aficionados, el deseo de capturar su belleza es una constante, el visitante cuando recorre las torres, los espacios palatinos, los jardines … Atrapa con los más modernos artefactos en imágenes, colores, paisajes que se llevarán como recuerdo de su visita. De esta forma, la Alhambra pasa a formar parte del “álbum familiar”.
Los constructores de la Alhambra la poblaron de poesía y de historia y los conquistadores la emplearon para ratificar su conquista. Los Reyes Católicos van a iniciar la práctica de inclusión de placas conmemorativas en lugares emblemáticos como la Puerta de la Justicia o, la primera que se colocó en el año 1502, en la Torre hoy conocida como Cabo Carrera, lápida que en la actualidad no se conserva.
La literatura tiene una singular página entre los muros de la Alhambra y el Generalife. Nos vamos a encontrar textos de Juan Boscan, de Fray Luis de Granada, de José Icaza, de Villaespesa, de Borges y de García Lorca. En estos muros cargados de historia se mezclan autores de varios continentes, de diferentes épocas, pero todos con tema común: la admiración por la belleza que encierra la Alhambra.
La música encuentra en la Alhambra una fuente de inspiración y un espacio que se transforma en auditorio por donde han pasado los grandes genios de la música. El Festival Internacional de Música y Danza tiene aquí escenarios únicos: la Plaza de los Aljibes, el Palacio de Carlos V, el Patio de los Arrayanes y el Generalife, son espacios que acogen anualmente la cita musical más importante de Granada. Este hecho nos lo recuerda una placa de cerámica en la Plaza de los Aljibes, lugar que fue escenario de autos sacramentales y tablao flamenco.
Las leyendas de actos heroicos y amores prohibidos también encuentran sitio en la Alhambra. Fue la noche del dieciséis al diecisiete de septiembre de 1812, así lo relata un testigo presencial, Nicolás Peñalver: “¿Quién podría olvidar el espantoso estruendo que producían al desplomarse los antiguos torreones y al reventar las minas que debajo de ellos se abrieron?” En efecto, el mariscal francés Soult había mandado minar todo el perímetro de la Alhambra. Aquí la historia se convierte en leyenda, la del Cabo de Inválidos José García, cuya existencia se ha puesto en duda al no tener noticias ciertas de él después del valeroso hecho que se le atribuye. La mecha se prendió en la Torre de la Barba a escasos metros de la Puerta de la Justicia, avanzando y destruyendo las murallas del lado Sur de la fortaleza. Fueron cayendo parcial o completamente las torres de los Carros, de los Abencerrajes, de las Cabezas, de la Bruja, del Capitán, de Siete Suelos, de Baltasar de la Cruz, de Juan de Arce, del Agua y del Cabo de la Carrera. La heroicidad de este cabo es recordada en la placa situada enfrente de Puerta del Vino.
Los amores prohibidos entre la reina Moraima y un caballero abencerraje tienen lugar en un Jardín del Generalife, junto a un ciprés que se convertirá en testigo de ese amor furtivo y que dará nombre a la leyenda que ha llenado páginas de la literatura granadina de final del siglo XIX y principios del XX. Una placa de cerámica granadina colocada junto al centenario ciprés, nos recuerda esta leyenda, que a su vez será la desencadenante de otra: las supuestas manchas rojizas de la fuente de la Sala de los Abencerrajes, serán la sangre de los abencerrajes muertos por orden del sultán en vez de óxido de hierro. Estos “recuerdos” dispersos por la Alhambra son testigos de la historia que enriquecen, aún más, este mágico lugar. La ubicación de cada una de estas placas no obedece al azar, están situadas en el lugar directamente relacionado con el hecho que narran.